17 de julio de 2023

El trauma de los correos electrónicos desventurados

 

Dice Pilita Clark[1] que no conoce en el idioma inglés ninguna palabra para el acto de escribir un correo electrónico a un amigo para quejarse de un colega de trabajo detestado, y enviarlo directamente al colega detestado, en vez de al amigo. Tampoco yo conozco un vocablo apropiado en español, salvo que se recurra a alguna expresión poco elegante, que tiende a universalizarse, utilizada indiscriminadamente para referirse a las más diversas situaciones fallidas.

Con independencia de la denominación del supuesto considerado, parece que constituye una práctica -naturalmente no deseada- bastante frecuente entre los empleados británicos y estadounidenses, que, en un 40%, han incurrido en ella. En un elevado porcentaje, con dramáticas consecuencias para su posición laboral[2].

Quien esté habituado a trabajar con ese canal de comunicación a un ritmo intenso sabe que los riesgos de remisión indebida de correos son considerablemente elevados. Ya sea por la inoportuna inserción automática de direcciones improcedentes, por un desafortunado intercambio de las opciones de respuesta y reenvío, u otras causas de efectos similares, los errores propios cuentan con bastantes papeletas.

Los peajes y las servidumbres de los modernos medios tecnológicos son numerosos y pueden llegar a tener un impacto notable y, en algunos casos, irreversible. Todas las cautelas son pocas, pero, en el fragor de la inundación de misivas, el trade-off  “seguridad-rapidez” tiende a jugar malas pasadas. Una opción automática de confirmación obligatoria de envíos podría venir a paliar el problema, aunque a costa de desequilibrar ese trade-off.



[1] “The awful agony of the misdirected email”, Financial Times, julio 2023.

[2] Clark, op. cit.

Entradas más vistas del Blog