27 de febrero de 2024

¿Fin del mito del escritor solitario?

Nada surge del vacío. Incluso el primer escritor de la historia tuvo que ser deudor, en alguna medida, de circunstancias de su entorno. El acervo cultural acumulado a lo largo del tiempo es inconmensurable. Cada vez resulta más difícil que pueda surgir algo original al cien por cien. De acuerdo. Hay que admitirlo así. ¿Pero excluye este reconocimiento la posibilidad de que existan escritorios solitarios, que, aislados en su guarida, rodeados por el inmenso torrente que fluye sin cesar, generen su propia producción de manera individual?

Simon Kuper, haciendo gala de la elevada posición intelectual que suele impregnar sus apreciadas e influyentes contribuciones en el Financial Times, y apoyándose en una serie de casos significativos del mundo del arte, incide en que “desde hace tiempo se ha entendido que la mayor parte de los actos de creación son colaborativos”, y “sólo respecto a los libros, especialmente de ficción, persiste la presunción del genio solitario”[1]. Aunque, a renglón seguido, cuestiona que ese modelo prevalezca realmente en la práctica, y ensalza el potencial de las “writer’s rooms”.

Con un patente bagaje colaborativo proveniente del entorno, Kuper apunta hacia el fin del supuesto mito del escritor solitario. Y, con ello, decreta la muerte del espíritu del escritor, como ave solitaria, una especie en peligro de extinción, que se resigna a incorporarse a algunas de las bandadas que cubren el horizonte.




[1] “Time to tackle the myth of the lone writer”, 24-2-2024. 

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