Imaginemos
que una compañía está en una fase de análisis a fin de comprobar la eficacia de
un nuevo medicamento para combatir una enfermedad. Como suele ser habitual, se llevan
a cabo pruebas con dos colectivos de personas adecuadamente seleccionadas. La composición
de los grupos es similar, tanto la del grupo de tratamiento, al que se le
suministra el medicamento, como la del de control, al que no se le suministra
el fármaco. La compañía planea realizar las pruebas en un amplio número de
ciudades de varios países.
Una
vez realizadas las pruebas, y analizada la evolución de los integrantes de los
colectivos participantes, se remiten los resultados al departamento de investigación
de la compañía. Los informes contienen datos pormenorizados de los individuos,
y de la evolución de su estado de salud. Sin embargo, por un descuido generalizado,
no se sabe con certeza si a todos los integrantes de los grupos de tratamiento
se ha suministrado el fármaco previsto u otro parecido, ni la dosis, y ni siquiera
si los receptores han seguido las pautas prescritas en la medicación.
No
parece que, en las anteriores condiciones, pudiesen extraerse conclusiones muy
significativas y fiables sobre la adecuación del medicamento en fase de
análisis.
Si,
ahora, nos trasladamos a los estudios sobre la eficacia de los programas de educación
financiera, ¿qué cabría interpretar como el fármaco suministrado? ¿Cómo de
fiables podrían ser las conclusiones de los análisis estadísticos, por muy
sofisticados que fueran, si, como en el ejemplo anterior, se ignorasen los aspectos
básicos del tratamiento?