Cuando me enteré, gracias a la información que me suministró
un reputado economista, que, en su día, recibió unas sólida formación en un
entorno seminarista en tierras castellanas, de la inminente publicación de la
obra “La economía de las palabras”, de Robert Sirico, no pude evitar verme ante
sentimientos encontrados. Por un lado, el derivado de la satisfacción de constatar
la edición un texto orientado a extraer, de manera integral y sistemática,
enseñanzas económicas de significados pasaje bíblicos: “Sabiduría económica
atemporal inspirada en las parábolas del Nuevo Testamento”. Pese a este gran
aliciente, no podía, sin embargo, dejar de experimentar una cierta sensación de
desaliento, toda vez que la publicación de ese estudio venía a desbaratar el
proyecto personal de llevar a cabo una aplicación del análisis económico a los
textos bíblicos. Proyecto que, hasta ahora, se había traducido en una serie de
reflexiones ocasionales y aisladas, recogidas en este espacio llamado blog.
Claro está que cabría la posibilidad de ignorar el libro
del padre Sirico y afanarse en el intento, pero, siendo realista, sería difícil
resistir la tentación y no llegar siquiera a hojear el libro, por lo demás, de
escuetas proporciones. Máxime teniendo en cuenta que, como señala el autor en
la introducción, “Uno puede escuchar las parábolas como un creyente que cree
que Jesús es el hijo de Dios. O como una persona que considera al maestro como
una gran figura moral. Puede incluso escuchar las parábolas teniendo
simplemente en cuenta su fuerza literaria o retórica. Todavía más, puede
atender al relato en su sentido más sencillo y mundano, e incluso en este caso
se obtiene aprendizaje”.
Dejando al margen el componente trascendental, algo
personal e intransferible, adentrarse en los textos bíblicos permite compaginar
una serie de valiosos aspectos: disfrutar de una prosa subyugante, poner a prueba
el ingenio para tratar de hallar las intrincadas claves de los mensajes
divinos, extraer enseñanzas sobre las conductas económicas, disfrutar de la
recreación de episodios de lógica desafiante, e impulsar la reflexión individual. Adicionalmente, no habría que olvidar que no sólo hay economía en el Nuevo Testamento, y tampoco sólo en las parábolas.