27 de febrero de 2019

La ética de la redistribución según Bertrand de Jouvenel

Realmente no alcanzo a entender cómo Bertrand de Jouvenel ha pasado tan desapercibido en el campo de los estudios teóricos sobre la intervención del sector público en la economía. Sin embargo, una de sus aportaciones es resaltada en una obra reciente de uno de los más influyentes economistas dedicados al sector público de las últimas décadas como es Vito Tanzi. Así, en “Termites of the state”, publicada en 2018, señala (página 45) que en un influyente libro escrito por aquél se ponía de relieve que el gravamen de los ricos podía no ser suficiente para financiar los programas asociados al Estado del bienestar.

El librito en cuestión (unas 100 páginas de tamaño reducido, precedidas de un estudio introductorio) es “La ética de la redistribución” (Ediciones Encuentro, 2009) y en él se recogen unas conferencias impartidas en Cambridge por el pensador francés, publicadas originariamente en 1952.

El referido estudio preliminar, a cargo de Armando Zerolo Durán, también traductor, es altamente ilustrativo acerca de la biografía y la obra de Bertrand de Jouvenel (1903-1987). Si la referencia a Adolf Wagner en la Enciclopedia Británica (15ª edición), como señalaba aquí mismo no hace mucho, era tan escueta, imagínense cómo es la del filósofo y economista francés, nula.

Señala Jouvenel en el prefacio del libro comentado que “este pequeño ensayo no pretende ser una gran contribución al importante debate sobre la redistribución, sino más bien una llamada de atención sobre ciertos principios normalmente despreciados en el debate”.

Y esa es sin duda su principal virtud, lanzar una serie de ideas interesantes sobre la redistribución y el gasto público. Se me antoja que su prosa se despliega de una forma bastante desordenada, con agudos contrastes entre pasajes de claridad meridiana y otros bastante impenetrables. No es fácil sintetizar ni ordenar sus ideas, pretensiones que exceden de mi propósito aquí, que no es más que recoger algunas de las proposiciones contenidas en su discurso, breve pero considerablemente denso:

La asunción por el Estado de las funciones redistributivas

  1. La implicación del Estado en la tarea de la redistribución de la renta en los países occidentales no se origina en un plan preconcebido, sino que se explica por distintas circunstancias, especialmente las dos grandes guerras, unidas a las presiones sociales.
  2. Los cambios inducidos por la Revolución Industrial implicaron un repliegue o un desmantelamiento de los mecanismos redistributivos tradicionales. A este respecto, alude a la Iglesia como “agencia redistributiva muy importante”.
  3. Ante la nueva situación caracterizado por la pérdida de protagonismo de otros agentes, Jouvenel no discute el papel del Estado, pero cree que está sujeto a discusión:  i) si las políticas redistributivas son el mejor medio para aumentar los ingresos de las clases medias; ii) si tales políticas pueden ser efectivas, y iii) si no entran en conflicto con otros objetivos sociales legítimos.
  4. La redistribución como causa de la expansión del sector público, una de las líneas de investigación seguida en fechas más recientes, aparece esbozada en el texto comentado.
Las coordenadas del análisis de la redistribución
  1. Según la experiencia, la mayoría de las personas responde a las recompensas materiales asociadas a su esfuerzo individual. Sin embargo, realiza su análisis bajo la hipótesis de que la redistribución no ejerce una influencia desincentivadora y no afecta a la magnitud ni al crecimiento de la producción. Es decir, trata de despojar el debate de sus connotaciones prácticas para centrarse exclusivamente en la dimensión ética.
La redistribución como fin: aspectos doctrinales
  1. La política de redistribución de la tierra aspira a una igualdad en la posesión de recursos naturales, a partir de los cuales podrán derivarse diferentes productos y beneficios.
  2. La anteposición de la sociedad frente al individuo y la eliminación de la propiedad privada, causa de antagonismos, como elementos básicos del socialismo, provienen de los planteamientos filosóficos de Rousseau. Una vez se extingan los antagonismos sociales, el poder del Estado resultará innecesario. Para Jouvenel, “La promesa de que el Estado se marchitará es esencial para la doctrina socialista, dado que la desaparición de antagonismos es su objetivo fundamental… Sin embargo, es demasiado evidente que al tiempo que la propiedad privada ha sido prácticamente destruida, el poder policial se encuentra en sus máximos históricos, lo que refuta claramente la creencia socialista. Está claro que la destrucción de la propiedad privada ni ha acabado con los antagonismos ni ha hecho crecer ese espíritu de solidaridad entre los hombres que pudiese librarles del poder policial”.
  3. Ahora bien, “una comunidad que no se base en la independencia económica, sino en el reparto fraternal del producto común, e inspirada en el sentimiento profundo de que sus miembros son parte de la misma familia no debería ser considerada utópica… Una comunidad así funciona, ha funcionado durante siglos y la podemos ver con nuestros propios ojos en cualquier comunidad monástica”. La unidad emana no de la pertenencia a un cuerpo social sino a un cuerpo místico.
  4. El socialismo quiere buscar una unidad comunitaria pero sin renunciar al valor del consumo. Para Jouvenel, el socialismo “se ha convertido en un sistema heterogéneo desgarrado por una contradicción interna… si el bien de la sociedad reside en un aumento de la riqueza, ¿por qué no también para los individuos?... Si el apetito por la riqueza es malo en los individuos, ¿por qué no es malo para la sociedad?”.
La redistribución: aspectos conceptuales
  1. Jouvenel pone el dedo en la llaga de un problema cada día más extendido: “se ha convertido en un hábito moderno llamar ‘justo’ a cualquier cosa entendida como emocionalmente deseable”. Recomienda diferenciar entre la convicción de que es bueno y necesario eliminar la necesidad, así como atender a los más necesitados, y la relativa a la erradicación de la desigualdad de medios.
  2. Hay que agradecerle que define el concepto de redistribución, término que suele prestarse a bastantes confusiones: “redistribución es todo aquello que exime al individuo de un gasto que podría, y probablemente lo haría, pagar de su propio bolsillo y que, liberando una parte de sus ingresos, es equivalente a un aumento de éstos… En su forma más pura… cuando se quita de las rentas más altas para agregárselo a las más bajas”.
La dimensión económica de la redistribución
  1. Adicionalmente apunta que la redistribución tiende a asociarse con una idea de “suelo” por debajo del cual no se debería dejar caer a nadie. Dicho “suelo” es definido por “la clase social que forma la opinión pública”. A su vez, hay un “techo” que marca la renta máxima considerada como deseable. Hay un suelo y un techo “intelectualmente armónicos”, y también otros que son “económicamente armónicos”. Para Jouvenel, es un error creer que lo que se conceptúe como intelectualmente armónico también ha de ser, necesariamente, económicamente armónico. Sobre la base de una ilustración numérica, llega a una conclusión bastante evidente, aunque no pocas veces ignorada: “la cantidad final que realmente se puede transferir guarda poca relación con los deseos evocados”.
  2. A partir de unos cálculos, Jouvenel concluye que, para conseguir el objetivo de procurar cubrir el mínimo de ingresos para todos los individuos, no es suficiente disponer del superávit de los ricos, sino que es preciso “dar un buen mordisco a las rentas de la clase media”. A este respecto, anticipa una conclusión obtenida mucho más recientemente por la OCDE, en el sentido de que podría alcanzarse el mismo efecto redistributivo con un menor tamaño del sector público, con menores flujos de impuestos y transferencias que, en determinados casos, afectan a la mismas familias.
  3. Tras hacer un breve recorrido por diversos aspectos técnicos de la estructura de un impuesto sobre la renta (mínimo exento, gastos necesarios…) alude al cambio de política llevado a cabo en su día en la Unión Soviética, en la que “tras un breve período de igualdad, se volvió a la desigualdad, y tan marcadamente, que la escala de remuneraciones es mucho más pronunciada que en Occidente”. En este contexto, sostiene que “está suficientemente claro que el progreso va unido a la existencia de élites, cuya producción y mantenimiento es muy costoso, y que sus rentas no pueden ser menguadas sin gran pérdida social”.
La teoría económica ante la redistribución
  1. Se adentra luego en el territorio de la teoría económica para cuestionar la idea de la comparabilidad de las satisfacciones individuales, y plantear esquemas de determinación de una imposición óptima. Curiosamente, expone el principio impositivo del sacrificio marginal igual, bajo la premisa de una utilidad marginal decreciente, tomando como referencia la aportación de Lerner, y no la originaria de Edgeworth. Considera que “No está demostrado que la suma de las satisfacciones de los beneficiados sea mayor que la suma de las insatisfacciones de los despojados”.
  2. Apela a la proposición de la discriminación de las minorías basándose en un razonamiento económico.
El estado de la distribución y la asignación de los recursos
  1. Alude igualmente a las consecuencias de la igualdad y de la desigualdad sobre la asignación de los recursos productivos.
Las verdaderas implicaciones de la redistribución
  1. La asociación de la redistribución con el aumento del poder del Estado es otro de los caballos de batalla argumentales que espolea Jouvenel.
  2. Igualmente deja claro que “la redistribución es no tanto una redistribución del rico al pobre cuanto una redistribución de poder del individuo al Estado”.
Visiones sobre la renta
  1. El capítulo dedicado al gasto público se inicia con una exposición de dos visiones antagónicas sobre la renta: i) la del redistribucionista, que la ve esencialmente como un medio para la satisfacción del consumidor, y da prioridad a la igualación de satisfacciones; ii) la del antirredistribucionista, que la concibe como una recompensa por los servicios productivos, y prioriza su elevación para maximizar el flujo de dichos servicios.
La imposición progresiva
  1. La imposición progresiva ejerce un efecto desincentivador desde un punto de vista psicológico, a lo que se suma el freno para la acumulación del capital. No obstante, son mencionarlos de manera expresa, el impacto real dependerá de las magnitudes relativas de los conocidos efecto sustitución y efecto renta.
El diferente tratamiento de las familias y las sociedades mercantiles
  1. El trato de las sociedades mercantiles en comparación con el de las familias atrae también la atención del pensador galo, que no se libra de incurrir en algunas de las conocidas falacias económicas relacionadas con el tratamiento fiscal. Según él, una sociedad mercantil goza de una triple ventaja sobre la familia, a la que no se le permite la desgravación de la depreciación de sus activos, ni la deducción de sus gastos operativos y, además, su renta se somete a una escala de gravamen progresiva. Incluso llega a plantear un enfoque novedoso del asalariado como un verdadero empresario: “… si se valorasen las necesidades de una familia como se valoran las de las corporaciones, entonces habría que tener en cuenta el coste de mantenimiento de una casa, el del desarrollo de talentos y así sucesivamente”.
Servicios gratuitos y contabilidad nacional
  1. También muestra su carácter anticipatorio y crítico respecto a los criterios de la contabilidad nacional  cuando apunta que “el desprecio de los servicios gratuitos va contra la raíz de la democracia”.
  2. Otra buena apostilla es la que proporciona cuando refuta que pueda considerarse gratuito un servicio cuyos productores exigen una retribución, aun cuando se financie con cargo a los impuestos. Proclama Jouvenel que “los únicos servicios que son realmente gratuitos son aquellos que son ofrecidos por individuos que no piden un pago por ellos”.
Impuestos y democracia
  1. Interesantes son también las aproximaciones política y sociológica al establecimiento de impuestos. Muestra su añoranza por el declive de la resistencia de los contribuyentes a los impuestos, que ve como el bastión perdido de la libertad individual y la piedra angular de la libertad. Y no se detiene en poner el acento en una cuestión manifestada por otros pensadores de corte liberal: “Está implícito en la condición de ciudadano el no cargar obligaciones sobre sus conciudadanos que él mismo no asuma también”.
Existen distintos grados de tolerancia de las desigualdades
  1. Y, ya en la recta final, nos encontramos con una selecta pieza cognitiva e interpretativa, cuyo alcance se remonta en el tiempo y mantiene vigencia en los tiempos presentes. Merece la pena recogerla con todo detalle. Alude Jouvenel al “sentimiento profundo de que no tiene sentido ser rico por sí mismo y para uno mismo, mientras que la riqueza de los gobernantes es una forma de autosatisfacción para el pueblo que piensa en ellos como ‘mi’ gobernante. A este respecto, es remarcable que los comunistas franceses se pusiesen de acuerdo para regalar a Thorez, su líder, un coche de cuatro mil libras y, en su quincuagésimo aniversario, una extraordinaria selección de regalos. Esto ha sido objeto de mofa de un modo poco inteligente por resultar contradictorio con la ética comunista, y la gente esperaba que el magnífico coche dañase la popularidad del líder comunista, lo cual no fue así. La conducta de los seguidores de Thorez es el comportamiento natural de los hombres hacia los líderes que aceptan. Lejos de ser esencialmente envidiosa, tal y como se la representa, la gente siempre ha sido más generosa con sus escasos medios hacia aquellos que ven como sus superiores y sus jefes. Es como si algún oscuro instinto de la especie nos alertara de que tenemos que mimar a los tipos más elevados, variante cuyas necesidades son mayores que las del tipo medio”.
Esta, a pesar de no ser exhaustiva, larga relación pone de manifiesto que muchos de los temas planteados por Jouvenel siguen teniendo plena vigencia en la actualidad. Aparte de afirmaciones desafiantes que, cuando menos, requerirían de algún mínimo sustento estadístico histórico, Bertrand de Jouvenel formula una serie de proposiciones fundamentadas en el sentido común, concernientes a cuestiones que, en bastantes casos, suelen pasar desapercibidas. Ausente de los textos y manuales que dominan el análisis económico de la intervención del sector público, su voz apagada aporta mimbres apreciables para enriquecer el debate sobre el alcance y el sentido de dicha intervención. Debate intenso e inagotable que no permite vaticinar ningún fin de la historia.

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