Los impuestos son organismos
vivos que nacen, crecen, subsisten, e incluso, en algunas ocasiones, se
extinguen, en un marco socioeconómico determinado, cambiante a lo largo del
tiempo. Como ha señalado Vito Tanzi, la ecología económica y social del mundo
tiene un gran impacto sobre el sistema impositivo.
Son numerosas las fuerzas que
condicionan el perfil de dicho sistema. La tecnología es una de las más
relevantes. Hace ya décadas, desde los inicios de la denominada revolución de
las TICs, comenzaron a aparecer propuestas para el establecimiento de impuestos
cuya base imponible apuntaba hacia elementos nucleares o accesorios de los
nuevos procesos tecnológicos.
Más recientemente, ya en plena
digitalización de la economía, vienen surgiendo otras propuestas fiscales
centradas en lo que constituye no sólo el input, sino también el output,
de la nueva economía, los datos. Tanto es así que se propugna su utilización
incluso como alternativa a los indicadores estrella de la capacidad de pago, la
renta y el consumo.
Varias son las alternativas para
instrumentar un impuesto sobre los datos digitales. Howard Gleckman llega a
preguntarse si “Could A Data Tax Partially Replace the Corporate Income Tax?”
(Tax Policy Center, 18-10-2022).
Para la respuesta a este
interrogante deberemos quizás esperar algunos años, pero lo que sí está claro
es que ha aparecido un nuevo y floreciente tax handle musgraviano que,
seguramente, no será dejado de lado por unos sistemas impositivos sometidos a
múltiples retos.