18 de agosto de 2024

Una pausa (técnica) para “Tiempo Vivo”

 

Nació “Tiempo Vivo” en este espacio blogístico hace siete años, recuperando el nombre del utilizado en la zona blocística del efímero Ymálaga, proyecto de comunicación que no continuó su marcha tras la prematura y dolorosa despedida de Paco Rengel. En la primera entrada se explicaban las connotaciones de esa denominación y las razones para su adopción.

Sin pretender hacer balance de esta etapa de siete años y un mes, sí he de reconocer que las expectativas personales -por motivos que no soy capaz de explicar- se han visto desbordadas ampliamente, aunque sólo sea en la vertiente oferente meramente numérica. Incluso en algunas notas conmemorativas se especulaba sobre algunas circunstancias que podían rodear el proceso de construcción narrativa. Aun a sabiendas de que los textos apenas encontraban destinatarios, el mantenimiento del flujo de apariciones sí que podía llegar a causar sorpresa. No voy a repetir ahora las motivaciones que pueden impulsar el hacer de quienes están impregnados del espíritu primario de escritor. En cambio, no quiero dejar de reiterar mi agradecimiento a quienes, con su lectura absolutamente minoritaria, han dado un soplo de vida a las composiciones.

Tampoco puedo negar la función utilitarista que, a modo de pequeña biblioteca personal, con asistente de búsquedas incorporado, ha tenido para el propio autor. Agradecimiento extensivo, por tanto, al gigante tecnológico que posibilita la herramienta, y, cómo no, muy especialmente, a FJC, quien pacientemente, ha ido trasladando a papel el contenido de las más de 1.200 entradas que ahora, insospechadamente, se acumulan.

Durante esta etapa, ha habido algunos contratiempos técnicos, especialmente en relación con la comunicación a los escasos seguidores, respecto a la traslación de las sucesivas apariciones. Ahora, un buen conocedor de las herramientas digitales me recomienda que utilice una aplicación específica para blogs llamada Substack, que, al parecer, contiene unos canales de comunicación propios. Sin mucho conocimiento, ni convencimiento, comenzaremos una nueva andadura en ese espacio bajo el emblema de “Ecoalborania”.

El tiempo, siempre vivo por naturaleza, no admite treguas, pero quizás permita que la hagamos en este recóndito paraje cibernético. Aunque, tal vez, sea una oportunidad para dar por concluida esta experiencia comunicacional que puede llegar a convertirse en una presionante autoexigencia.

Trataremos, no obstante, de comenzar el nuevo cuaderno de bitácora en la navegación por las aguas tranquilas, aunque a veces levantiscas, de un mar que forma parte de nuestras vidas.

A lo lejos, refulgen las aguas bajo el sol de la mañana. La mer, la mer, toujours…



17 de agosto de 2024

La irresistible demanda de objetos falsificados

 

Hay objetos falsificados que cumplen perfectamente el papel de la suplantación de la autenticidad. Incluso a veces pasan el experto filtro de los captadores de piezas originales. La función de mera apariencia buscada por algunos compradores conscientes se cumple con gran eficacia. No hace mucho, un conocido académico narraba su sufrida experiencia en la que un trío de hábiles prestidigitadoras de la escena le sustrajeron, sin darse cuenta, en un simple escaramuza, el ejemplar falsificado de un reloj suizo muy apreciado por su marca.

¿Por qué existe un mercado de objetos falsificados? ¿Por qué alguien está dispuesto a pagar 500 euros por una gorra de béisbol de una prestigiosa marca, cuando puede conseguir otra indistinguible a simple vista por 12 euros?, se pregunta Tim Harford en un reciente artículo (“The real questions posed by counterfeit clobber”, Financial Times, 16-8-2024).

La certeza de la calidad y del prestigio puede estar detrás de la decisión de compra, así como la voluntad de no contribuir a alimentar segmentos de economía no formal, basada en actuaciones ilegítimas. A su vez, quien se inclina por las falsificaciones, aparte de no compartir tales escrúpulos, o de estar, tal vez, en disposición de menores ingresos, considera que la esperable diferencia de calidad queda más que compensada por el menor desembolso. En definitiva, la excelencia y el importe del gasto son dos variables clave. Según Harford, si una marca va asociada a la excelencia, el comprador del artículo falsificado es el perdedor, algo que, a tenor de lo indicado, no resulta del todo claro. Por otra parte, respecto a aquellas marcas cuyo elevado precio es injustificado, apunta que cabe equipararlas a billetes falsos, lo que, desde luego, llevaría a ignorar completamente el valor subjetivo atribuido a determinadas marcas.

Igualmente, se hace eco de la tesis de la “piratería promocional”, según la cual las grandes compañías toleran las falsificaciones de sus productos, ya que, de esta manera, se aseguran una mayor extensión de sus productos y, por ende, refuerzan sus marcas en el mercado. A pesar de ello, estima que las marcas salen malparadas, a pesar de dicho posible efecto, toda vez que la circulación de productos falsos les hace perder valor. Los distintos enfoques de la teoría del valor se ven claramente desafiados en el mercado de las falsificaciones.



16 de agosto de 2024

Bandos regulatorios para los aficionados al vino

 

Comienza hoy la Feria de Málaga. Como en otros eventos lúdicos, es posible que, también este año, se suscite algún debate acerca de cómo proceder para contener las “externalidades” negativas derivadas de un consumo “más allá de las capacidades fisiológicas” de determinadas bebidas espirituosas. En algunos lugares, no ya en eventos señalados, sino en rutinas semanales, se han producido algunas situaciones delicadas. Es bien conocido el caso acaecido hace algunos años en Inglaterra, donde llegó a requerirse a los responsables familiares el pago de costas por el uso de servicios médicos prestados a allegados menores de edad. Raro es el bien que sea estrictamente individual y no tenga efectos externos. Y no es infrecuente que en una misma actividad confluyan externalidades de signo positivo con otras de signo negativo.

La autorregulación es, sin duda, el mejor procedimiento ante todo tipo de conductas con algunas posibles consecuencias sociales. Sería la solución ideal, que haría innecesaria cualquier intervención pública. En un mundo menos idealizado, la regulación, ya sea pública o de carácter social, parece imprescindible. Lógicamente, toda regulación, para ser efectiva, precisa de algún mecanismo garante de su cumplimiento. Dependiendo de la naturaleza de las infracciones o incumplimientos, puede recurrirse, básicamente, a sanciones, pecuniarias o no pecuniarias, a tasas compensatorias de los costes sociales, o a otro tipo de gravámenes específicos. En algunos países, ya se sabe, se ha empezado a implantar una especie de carné de puntos digital de “buen comportamiento” (por favor, defina qué se entiende por “buen comportamiento”). La utilización de impuestos, de fundamentación pigouviana, va encaminada a gravar el consumo, encareciendo su precio, con independencia del comportamiento posterior. En España, se aplica, como en toda la Unión Europea, el impuesto sobre el vino, aunque con un tipo de gravamen nulo.

Aunque quede abierta la puerta para el estudio de propuestas formales, cabe también la posibilidad de encontrar un rato de diversión sin necesidad de verse acompañado de algún caldo, que, más allá de un umbral, puede llegar a alegrar el espíritu a costa, tal vez, de nublar la mente. Los “Bandos divertidísimos contra los borrachos y borrachas, y gente aficionada al vino”, emanados de la hábil pluma de Agustín Laborda (1714-1776) (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes), nos ofrecen esa refrescante e hilarante posibilidad.

El autor de dicho opúsculo, impresor afincado en Valencia, que, hace más de dos siglos y medio, ya empleaba el lenguaje inclusivo, se decanta claramente por un pormenorizado sistema de multas, adaptado a “cada especie de borrachera”. La pena llega a cuantías pecuniarias máximas en el caso de quienes la “cogen de gorra, pegote y moscón”, pero se alcanza un grado extremo respecto a quien la “coge vomitón”, supuesto en el que se prevé la confiscación de bienes, y diez años de presidio”, aunque “por no saber tener tan estimado y sabroso licor”. El “arancel para las monas femeninas” contempla cuantías dinerarias menores, pero, en determinados supuestos, se prevén penas de confiscación, e incluso (cuando se “pagare a cualquier hombre el mollate”) la condena a la hoguera.

Por lo que se ve, los menores de los edictos, “su Mostrosidad, Galvano Amárgale el Agua, y “La Gobernadora y mayor mona, Doña Churruzca Sarmiento de la Uva”, no tenían conmiseración alguna.



15 de agosto de 2024

“Superabundancia”: la escasez de textos no apocalípticos

 

Hace poco, un exitoso empresario malagueño, optimista empedernido, me decía que “Superabundancia”, obra de Marian L. Tupy y Gale L. Pooley, publicada en versión española en 2023 por la editorial Deusto, era uno de los mejores libros que había leído. El hecho de que la original hubiese aparecido, en 2022, bajo el sello del Cato Institute ofrecía ya un indicio que a priori podía ser significativo. No obstante, alguien me comentaba que hoy día el sello editorial no es una garantía de la orientación ideológica de los textos publicados. Desde luego, no con un abanico editorial de tan amplio espectro como el exhibido por Deusto, pero no creo que pueda trazarse un paralelismo con una institución como el Cato Institute cuya visión es “una sociedad libre y abierta en la que la libertad permite a cualquier individuo perseguir una vida de prosperidad y sentido en paz”.

Ahora bien, si se prescinde de, o se desconoce, ese antecedente, estando acostumbrados a textos que relatan todo tipo de policrisis o tendencias apocalípticas (que, en el fondo, en no pocos casos parecen justificadas), cuando uno lee un libro imbuido de un espíritu optimista y que trata de transmitir entusiasmo ante el futuro, no puede sino pensar que hay algún tipo de anomalía. O bien se trata de una obra chusquera, tal vez se introduce un señuelo para impactar con lo que luego ha de venir, o quizás hay alguna cámara oculta para captar nuestra reacción.

Ciertamente, las tres hipótesis se desvanecen a medida que uno se adentra en la lectura y comprueba que los autores persisten en una tesis desafiante que aspira a rebatir las proyecciones más agoreras y, lo que es más sorprendente, incluso a poner patas arriba el asentado enfoque de la Economía como ciencia social de la escasez de los recursos.

Tupy y Pooley arremeten contra los planteamientos malthusianos, que, sorprendentemente, han logrado sobrevivir, y que postulan una relación inversa entre el crecimiento de la población y la disponibilidad de los recursos. Según ellos, entre 1980 y 2018, la población mundial aumentó en un 71,2%, pero el tiempo de trabajo promedio requerido para ganar suficiente dinero como para comprar 50 recursos básicos cayó un 71,6%. Denominan “abundancia” al “resultado de que el aumento en el ingreso nominal por hora que percibe el trabajador medio sea más rápido que el encarecimiento del precio nominal del recurso que se pretende adquirir con el dinero obtenido”. Y califican como “superabundancia” aquella situación en la que la abundancia de recursos crece a un ritmo más rápido que el aumento de la población.

Un concepto básico es el de “precio-tiempo”, que es la cantidad de tiempo que una persona tiene que trabajar para ganar suficiente dinero con el que comprar algo. Consideran que los precios-tiempo tienen mucho más sentido que los precios monetarios convencionales.

Un aspecto crucial en su razonamiento es que la escasez relativa conduce a precios más altos, estos crean incentivos para las innovaciones, y estas, a su vez, conducen a la abundancia.

Dedican bastantes páginas a ilustrar cómo, a pesar del progreso experimentado por la humanidad desde 1950, las películas de ficción (y muchas obras no de ficción) se han centrado en todo lo contrario. A este respecto, explican que parte de la evolución humana nos ha conducido a enfocarnos en lo negativo, lo que describen en una “(muy) breve historia del pensamiento apocalíptico”. Posteriormente, aportan una “superabundante” evidencia empírica como respaldo de su tesis.

Es también atípica la obra en cuanto a la consideración de las amenazas que se ciernen sobre el futuro. Son tres las que, según los autores, pueden frenar el proceso de innovación: a) que se produzca un declive de la población global; b) que tenga lugar una disminución de calado en el grado de libertad de expresión; y c) el peligro de que surjan mayores restricciones en los niveles de libertad imperantes en la economía de mercado.



14 de agosto de 2024

Consigna para hoy

 

Coincidí con él en el homenaje que, a finales de mayo, se le tributó a Antonio Morales del Moral, “decano del voleibol malagueño”. No lo veía desde hacía más de cuarenta años, cuando dejé la práctica accidentada de ese deporte. Conocí a Benito Yagüe en el Instituto de Martiricos. Formamos parte del equipo de balonvolea del centro, que solía tener un papel destacado en los juegos escolares de entonces, y, más adelante, de varios equipos de la provincia. Incluso, en categoría infantil, representamos a Málaga en una competición nacional.

Con vistas a la preparación para el evento, celebrado en Chipiona, se organizó una concentración previa en Marbella, a la que acudimos ilusionados. La concentración resultó ser una simple inmersión en un campamento de la organización juvenil oficialista. Allí, el subjefe del campamento, Ernesto Paredes, encomendó a Benito la ardua tarea de exponer cada tarde, ante el pleno de la congregación, la consigna elegida para la jornada. Cada mañana, después de pasar revista a las tiendas de campaña, le comunicaba cuál era el lema elegido, que él tenía que desarrollar y memorizar para su alocución vespertina. Después de la ceremonia religiosa de rigor, el ponente designado tenía que proclamar cómo él entendía el sentido de la locución, con el agravante de tener que hacerlo sin ensayo ni control previo de las imponentes autoridades del recinto. Ciertamente, en las dos semanas de supuesta concentración, aquella fue, sin duda, la prueba más dura, aunque, afortunadamente, de carácter individual. Hoy día, según el orador forzado, las tareas de los múltiples ponentes de distintos ámbitos parece más sencilla. Disponen de dispositivos electrónicos para comunicación y consulta, y, sobre todo, reciben el contenido de los mensajes a transmitir, sin tener que elaborar nada ni preocuparse del sentido de un contenido que viene ya con el marchamo de la correspondiente autoridad. Los oradores muestran grandes dotes expresivas e interpretativas, y exhiben una palpable versatilidad, acompañada de una admirable adaptabilidad de registros. Su gran destreza y desenvoltura son encomiables, da igual la materia de la que se trate.

Recordamos aquella sufrida experiencia, y comentamos cómo ha cambiado el voleibol desde aquellos lejanos tiempos, a principios de los años setenta, cuando comenzamos a jugar en el patio del Instituto. Nos resulta extraño el sistema de tanteo con los turnos de saque, el puesto del líbero, que, a pesar de su nombre, queda excluido de la zona delantera del campo de juego, la posibilidad de impactar el balón con las piernas y, muy especialmente, el mantenimiento de la altura de la red, cuando ahora muchos jugadores superan con holgura los dos metros de estatura, o la preservación de la brecha de género, no existente en otras especialidades deportivas. Con todo, el voleibol sigue siendo un deporte espectacular y apasionante. El gran ex rematador Yagüe no podía entender cómo no había alcanzado en España el éxito que le pronosticábamos hace cincuenta años.

Hace unos días, me llamó entusiasmado, después de haber oído que el voleibol había sido considerado por algunos comentaristas como el deporte más espectacular, y uno de los de mayor seguimiento popular, de los Juegos Olímpicos de París.

Benito Yagüe, más conocido por su nombre real, tuvo grandes progresos en el mundo del voleibol, llegó a la selección nacional, y a jugar en otros países. Yo me quedé en un efímero paso por la selección infantil provincial de Málaga, episodio únicamente acreditado con la posesión de una peculiar medalla en la que el balonvolea quedó convertido en “voleisbol”.



13 de agosto de 2024

Una especie de TFG fruto de la inteligencia personal

 

El profesor, reputado colega de la Facultad de Económicas, recibió el texto, en impecable impresión, encuadernado. Se lo remitía un colega de la Facultad de Derecho, con la petición de que lo leyera y le diera su opinión. No constaba el nombre del autor, pero le aseguraba que era un estudiante de ciencias jurídicas, con apenas veinte años cumplidos. Podía tratarse, pues, de un trabajo de fin de grado (TFG). Pero pronto le surgieron algunas dudas, pues no era habitual tan buena hechura, ni un estilo tan perfilado, como tampoco la profundidad del pensamiento exhibido. Hubo de reconocer que, si bien no era el primer TFG que rayaba a gran altura que se encontraba en su vida académica, desde luego, este destacaba por su destreza narrativa y la fuerza de su discurso. Por lo demás, el tema elegido, el de la tiranía no podía ser más de actualidad. La plétora de ensayos acerca de los peligros que se ciernen sobre las democracias liberales, y, lo que es peor, sobre cómo mueren las democracias, así lo acreditan. Aunque no es menos cierto que es bastante menor la atención que se dedica a la perpetuación de algunos regímenes que van más allá de lo que modernamente se denomina iliberalismo.

El trabajo en cuestión, que, curiosamente, no mencionaba a Trump, era capaz de despertar una creciente atención del lector, cuyo grado de sorpresa iba aumentando a medida que avanzaba en su contenido. Inevitablemente, según me confesaba, no pudo dejar de pensar en la fórmula del ChatGPT. Mediante una serie de pruebas, había comprobado la alta calidad del artilugio de inteligencia artificial para componer los más variados textos a demanda, con una asombrosa capacidad de adaptación a las especificaciones solicitadas. ¿Cómo podía estar seguro de no encontrarse ante una evaluación a ciegas de un producto de esa descomunal factoría?

Mientras tanto, iba anotando algunas frases que le llamaban particularmente la atención: “cómo puede ser que tantos hombres… soporten a veces a un tirano solo, quien únicamente tiene el poder que aquellos le confieren”. “Ciertamente, es gran cosa, y sin embargo algo tan común que debería causarnos más dolor y menos sorpresa, ver a un millón de hombres servir miserablemente, con el cuello bajo el yugo, no obligados por una fuerza mayor, sino de algún modo (eso parece) encantados y fascinados por el solo nombre de uno…”. Aquí, pensaba, podía radicar una clave. Si no es por la imposición de una fuerza mayor, no podía tratarse de una férrea dictadura al uso, sino que podía estar refiriéndose a una extraña sumisión voluntaria. La tesis parece confirmarse luego, cuando se expresa que “no hay necesidad de combatir a este solo tirano, no hay necesidad de derrotarlo; sería derrotado por sí mismo simplemente si el país no consintiera en someterse a su propia servidumbre…”.

El asombrado profesor se encuentra luego con una frase que le evoca la sublimación cervantina de la libertad: “Hay una sola cosa que, no sé muy bien por qué razón, la naturaleza no logra colocar entre los anhelos de los hombres: se trata de la libertad, que es no obstante un bien tan grande y tan placentero que perderlo es causa de todos los males”. Y, más adelante, se abunda en que “Ciertamente, una vez perdida la libertad, se pierde también el valor… los tiranos lo saben bien, de modo que propician tales actitudes para así debilitar más aún a las gentes”.

El supuesto autor del texto no ceja en su retrato de los tiranos, de quienes dice que “para asegurar su posición, siempre se han esforzado en hacer que el pueblo se acostumbre no solo a la obediencia y a la servidumbre, sino también a mostrar devoción por aquel que manda”.

El texto se cierra con una manifestación que puede resultar reveladora. Declara el autor que “piens[a], y no cree equivocar[se], que nada hay tan contrario a Dios, quien es totalmente liberal y bondadoso, como la tiranía, y que Él reserva allá abajo, en un lugar aparte, algún castigo especial para los tiranos y sus cómplices”. Admitiendo que pueda ser así, para que luego se diga que la tasa de descuento no tiene importancia en la evaluación de proyectos.

Me reconocía el profesor que, tras la lectura del texto y este remate, había quedado completamente impresionado y a la vez desorientado, reafirmándose en su hipótesis de que la obra en cuestión no podía ser sino fruto de una encomienda bien meditada a alguno de los redactores jefes de la inteligencia artificial.

Según me dijo, trató de verificar dicha creencia con el remitente del texto, quien, desde Bolonia, le aseguraba que había incurrido en una percepción errónea, y, ante la incredulidad de su interlocutor, por fin accedió a revelarle la identidad del autor y el título de la obra. No conocedor del prodigioso ensayo del gran amigo de Montaigne, no se convenció de su autenticidad hasta cotejar la edición impresa que pudo conseguir.



12 de agosto de 2024

Un nuevo milagro en el verano

 

Machado (Antonio) cantó los milagros de la primavera, estación propicia para la transformación y la vida, para el renacimiento. Tal vez por eso los milagros primaverales resultan menos sorprendentes que los que, con cuentagotas, acaecen, o quizás se ensueñan, durante la canícula. Tanto que a veces no llegamos a estar seguros de que no fueran sino meros espejismos[1].

En la tierra yerma, abrasada por el sol, sedienta, ya casi sin esperanza, me pareció ver una bonita flor cuyos pétalos se mecían al ritmo de los vaivenes del terral. No supe si se trataba de una imagen real o, tal vez, del producto de alguna alucinación pasajera. De estos pensamientos me sacó la voz de mi acompañante, quien me decía que el termómetro del coche marcaba 43,5º C. Impactado por semejante guarismo, no me atreví a narrar mi experiencia visual, pero procuré recordar el lugar donde creía haberla tenido. Ahora, la prioridad era saber cuál sería el máximo que alcanzaría la temperatura. Decididamente, con tales registros se antojaba imposible que una flor de tal belleza y esplendor pudiera siquiera subsistir.

Cuando aún era un niño, a mediados de los años sesenta, los mayores decían que, cuando soplaba el terral, lo mejor -si se podía- era no salir de casa. Había que bajar las persianas, y tumbarse en el suelo. En algunos barrios ni siquiera se conocía el concepto de aire acondicionado. El agua se enfriaba en el botijo, extraordinario invento patrio. Las neveras eran un aparato de ciencia-ficción, por lo que había que ir a buscar el hielo a las expendedurías especializadas, no muy abundantes. A altas horas de la noche, las familias salían a la calle, provistas de sillas y de utensilios domésticos, a la espera del vendedor de chumbos. La noche era larga, el calor sofocante…

Había caído la tarde, aunque muy poco la temperatura, y me dispuse a regresar al sitio donde creía haber visto la flor. No sin algunas dudas, di, por fin, con él. La decepción fue considerable. En lugar de unos pétalos refulgentes, me encontré con lo que asemejaba ser un cáliz contraído y mustio, en plena agonía. De pronto, sonó el teléfono móvil. La llamada provenía de un número oculto, por lo que no me aventuré a contestarla.

Alguien tocaba en mi hombro. Desperté, y vi, sin que pudiera entenderlo, que estaba en la habitación de un hospital. Una joven con uniforme de enfermera me dijo que la crisis (¿crisis?, ¿qué crisis?, ¿cuándo no ha habido una crisis?) había pasado ya, y que ya podía regresar a la residencia. Desde la terraza de la habitación puedo ver el frondoso árbol donde, a veces, me cobijaba para recordar el pasado. Vi que, en el correo electrónico, tenía un mensaje, acompañado de una fotografía. El remitente, que firmaba como Reinaldo Ortigosa, decía lo siguiente: “Cuando menos te lo esperes, en el hibisco hallarás otro milagro del estío. Tendrías que haber aprendido de él. A pesar del hostigamiento del ambiente, es capaz de rehacerse y de ofrecer su belleza, apacible y deslumbrante”.


11 de agosto de 2024

Normas crediticias de obligado cumplimiento: los preceptos deuteronómicos

 

Contiene el Deuteronomio una serie de mandatos y decretos que Moisés se encarga de transmitir a los integrantes del “pueblo de la alianza”. Los preceptos afectan a ámbitos diversos, entre los que se encuentra el de los préstamos personales. Se trata de pautas claras y determinantes que, de aplicarse en la actualidad, tendrían sin duda importantes consecuencias en los lados de la oferta y de la demanda crediticias.

La remisión ocupa un lugar central en ese marco de obligación mosaica. Con una periodicidad fija de siete años, dicha norma establecía la siguiente obligación: “todo acreedor perdonará la deuda del préstamo hecho a su prójimo”, si bien con una acusada asimetría entre los préstamos a nacionales y a no nacionales. Respecto a los primeros, la pauta condonante era imperativa, mientras que se permitía “apremiar al extranjero”.

Además, a tenor del mandato de excluir los pobres entre los autóctonos, el dictado era “abrir la mano y prestar a la medida de su necesidad”, ya que se reconoce que “nunca dejará de haber pobres en la tierra”. Y se advertía en el sentido de que la proximidad del año de la remisión no debía ser un freno para la apertura y la concesión de las líneas crediticias.

Puede que la aplicación de tales prácticas crediticias implicasen una merma de la riqueza de los prestamistas, pero estos tenían garantizada una sustancial compensación: “… por esa acción bendecirá el Señor, tu Dios, todas tus empresas y todas tus tareas”.



10 de agosto de 2024

Las bibliotecas deben estar en el corazón de la vida pública

 

El anterior predicamento responde literalmente al título de un reciente artículo publicado en el diario Financial Times, escrito por Richard Ovenden, director de la Bodleian Library de la Universidad de Oxford, con el que no puedo estar más de acuerdo.

Ha sido un auténtico sufrimiento constatar cómo, a lo largo de los años, se han ido perdiendo espacios señeros otrora consagrados al culto al libro. A pesar de las circunstancias y de los condicionantes, la imagen de la biblioteca de la Casa de la Cultura sigue clavada en la memoria. También la de la Diputación Provincial en calle Ancla (“Cánovas del Castillo”) o la de la Caja de Ahorros de Ronda en calle Duque de la Victoria (“Juan de la Rosa”). Eran las tres un magnífico complemento de la biblioteca del Instituto Nuestra Señora de la Victoria. Tenían un denominador común, en ellas se reverenciaba a los libros y al saber, allí se respetaba el estudio, se fomentaba el recogimiento intelectual, y se estimulaba el pensamiento a la búsqueda de nuevos horizontes. Eran lugares para encontrar afinidades personales y descubrir nuevas fuentes de entretenimiento o de inspiración. Acudir a una biblioteca daba acceso a una comunidad especial y otorgaba el distintivo de formar parte del latido de la ciudad. Eran también un refugio acogedor para romper la soledad del aprendiz de estudiante en su ardua pugna con los entresijos del conocimiento.

Nunca llegué a entender por qué, a partir de un momento dado, se consideró que el cierre de las bibliotecas públicas podía ser una consecuencia o, aun peor, un signo, de la modernidad y del progreso. Es la ley de la demanda la que dicta sentencia, suele esgrimirse como justificación. Si apenas hay usuarios, no tiene sentido, ni resulta viable, mantener ese tipo de equipamientos. Es cierto que una biblioteca ha de competir con otras muchas formas de entretenimiento o de consulta, y que se ha incrementado enormemente la oferta de publicaciones a precios relativamente asequibles, pero ha faltado, de forma clamorosa, poner de relieve los atributos singulares, no equiparables, de una biblioteca y los efectos sociales positivos que conlleva. Dejar pasar las horas en la sala de una biblioteca, a resguardo de agentes o artilugios perturbadores, ante el tentador reclamo de los lomos de los volúmenes adormecidos en los anaqueles, puede tener efectos taumatúrgicos y transmitir una fuente de energía vital transformadora. No sé por qué ese invento basado en una tecnología tan simple tiene que ser desechado ante el ímpetu de fuerzas supuestamente modernizadoras. Desde un plano similar, igualmente inexplicable resulta la erradicación de los hogares del jubilado, máxime en una etapa en la que la soledad causa estragos.

Como suele ser habitual, nos encontramos con algún problema semántico cuando aparecen las palabras “público” o “privado”. Las tres mencionadas eran bibliotecas públicas, dado que estaban abiertas al público sin ningún tipo de restricción, pero dos eran públicas en otro sentido, al ser propiedad y estar financiadas por las administraciones públicas, mientras que la otra era privada, al corresponder a una entidad, en ese caso, una caja de ahorros, no controlada por una administración pública.

Disquisiciones y elucubraciones aparte, Ovenden recuerda que en 2024 se cumplen dos importantes aniversarios para Gran Bretaña. Por un lado, el 175º de la aprobación, en 1850, de la Public Libraries Act, que otorgaba a las autoridades locales la facultad de crear bibliotecas públicas gratuitas mediante un modesto incremento en la imposición local. Por otro, el 60º de la Public Libraries and Museums Act de 1964, que introdujo la provisión de dicho servicio como requerimiento. Destaca que, desde mediados del siglo XIX, en Gran Bretaña de desarrolló un “ecosistema de conocimiento” que ha sido la envidia de muchos otros países: “La red nació de una era de autoperfeccionamiento, cuando los beneficios educativos de las bibliotecas para todos los ciudadanos, con independencia de su estatus social, se consideraba que era un elemento importante para el impulso del avance de la nación”.

Sin embargo, “en este año de aniversarios, es una trágica ironía que el sistema esté ahora afrontando uno de sus más severos desafíos en su historia. Más de 800 bibliotecas públicas han cerrado desde 2010. Más cierres se esperan”.

Según Ovenden, “estas instituciones [las bibliotecas públicas] contribuyen a muchos aspectos de nuestra vida pública -están en el corazón de la economía del conocimiento, la educación, la cultura y la industrias creativas, la tradición, como también el cuidado social… Las bibliotecas apoyan el aprendizaje, la alfabetización, la creatividad y la imaginación…”.



9 de agosto de 2024

El valor del patrimonio neto del sector público

Imaginemos que, con vistas a la valoración de la situación de una empresa, dispusiéramos sólo de la siguiente información: a) los resultados obtenidos en un ejercicio, calculados como la diferencia entre los ingresos y los gastos, incluyendo entre éstos el importe total de las inversiones realizadas en activos materiales, y sin tener en cuenta las plusvalías o las minusvalías registradas; b) el montante de la deuda bruta acumulada al final del ejercicio.

Podríamos considerar que se trataría de una información escasa y limitada que ofrecería una visión muy parcial de la posición económico-financiera de la empresa en cuestión. Para hacernos una idea de esta última, como mínimo, sería preciso conocer la composición del balance de situación de la empresa al término del ejercicio. Un balance nos proporciona un inventario detallado y valorado, a una fecha determinada, de lo que tiene la empresa (su activo) y de lo que debe (pasivo). La diferencia entre ambos conceptos da lugar al patrimonio neto, que indica el montante económico que quedaría disponible si se liquidara la empresa, después de atender todas sus obligaciones. No hay que perder de vista, sin embargo, que el valor efectivo de los activos puede variar del tomado como referencia en caso de tener que llevar a cabo una venta inmediata o no ordenada.

El patrimonio neto es, así, una magnitud esencial como expresión del valor de una empresa en un momento dado. Si esto es algo normal en el mundo empresarial, la situación es muy distinta en el ámbito del sector público. Pese a la trascendencia de las actividades que desarrolla y a que es el principal agente económico de una nación, la información contable del sector público empleada más habitualmente a gran escala suele limitarse a los dos indicadores referidos al inicio, prescindiéndose del balance. Ambos indicadores constituyen, de hecho, las referencias básicas para la aplicación de las reglas fiscales de la Unión Económica y Monetaria.

Como señalan I. Ball, W. Buiter, J. Crompton, D. Detter y J. Soll en una reciente obra (“Public net worth: accounting-government-democracy”, 2024), “las prácticas contables gubernamentales son anómalas. Los principales agentes económicos son los menos comprendidos desde un punto de vista financiero”. Así, a pesar de las enormes sumas implicadas, y de la complejidad de las decisiones que los gobiernos han de adoptar, la gran mayoría de ellos utilizan instrumentos contables muy simples para guiar tales decisiones.

Típicamente, dos son las métricas empleadas, antes señaladas: el saldo presupuestario (superávit, equilibrio o déficit) no financiero, y el nivel de la deuda pública, en ambos casos como porcentaje del PIB. Con estos indicadores no puede establecerse una diferenciación entre el gasto público en consumo y el gasto público en inversión. No se sabe si el desembolso efectuado se limita al período en el que se realiza, o si tiene efectos productivos en el futuro. Tampoco puede conocerse el potencial ni la sostenibilidad de las finanzas públicas.

Sería, por tanto, necesario disponer de un balance completo del sector público, en el que se recogiera el valor de todos los activos públicos, tanto financieros como no financieros, así como el valor de todas las obligaciones, presentes y futuras. En el caso de algunos países que cuantifican el patrimonio neto del sector público (en España, la IGAE elabora las cuentas del Estado) se obtiene un importe negativo, lo que viene a reflejar, aparentemente, que el valor actual de los pasivos supera el valor actual de los activos. Ahora bien, no puede perderse de vista que el sector público dispone de un “activo” exclusivo y de enorme potencial, el que se deriva de la capacidad de aplicar impuestos. Por otra parte, asume una serie de obligaciones, como los compromisos por pensiones, que no aparecen en las cifras contables oficiales.

Si se calcula bien, como apuntan Ball y los otros coautores mencionados, el patrimonio neto ofrece una valiosa información acerca del estado de salud de las finanzas públicas, y también del legado financiero que se deja a la siguiente generación. Como indican, sin una buena contabilidad (“accounting”) no puede haber una adecuada rendición de cuentas (“accountability”), ya sea ante los accionistas o ante el electorado.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



8 de agosto de 2024

Turismo: de la atracción al rechazo

 

Según Barney Jopson, corresponsal del diario Financial Times en Barcelona (“The cost of Europe’s backlash against tourists”, julio 2024), turismofobia es la palabra de moda de este verano en diversos lugares de España, entre los que cita Málaga, donde ha habido movilizaciones recientes anti-turismo.

Ciertamente, hoy día es un tormento pasear por la calle Larios, detenerse en los aledaños de la Catedral, o recrearse con las vistas del Teatro Romano. Qué curioso. Hasta hace poco, eran reclamos que se exhibían con la intención de mostrar los atractivos culturales de una ciudad que antaño se publicitaba como “ciudad de invierno”. Apenas si tenía hoteles donde alejar a los visitantes, que se antojaban escasos y esquivos. Las cosas han cambiado bastante, y ya ni siquiera se puede circular en coche por la calle principal ni aparcar en la plaza matriz.

Los espacios urbanos (y no urbanos) públicos, las fachadas de los monumentos y otros elementos de la trama municipal constituyen una suerte de bienes comunales. Si no se ponen cortapisas o trabas regulatorias, todo el mundo tiene derecho a disfrutarlos presencialmente. Si no existe la posibilidad de practicar algún tipo de filtro o exclusión, es muy probable que este tipo de bienes, si son valiosos, se vean sometidos a una sobreutilización. Y qué decir de las playas y los recursos naturales. ¿Quién tiene derecho a disfrutar de los bienes y servicios de carácter local?

“Al turismo… una sonrisa, ¿o un impuesto?”, nos venimos planteando desde hace tiempo[1], como también reflexionamos sobre su importancia económica[2]. En verdad, la masificación es un gran problema, sobre todo cuando alguien invade “nuestro territorio”, pero, para quienes nos criamos en una época en la que se agasajaba al turista, al que se mimaba, en una dura pugna con otros destinos turísticos, conceptualmente resulta difícil asimilar la idea de rechazarlo ahora. Además, algunos de los visitantes no eran sino emigrantes locales que regresaban cada año a su querida tierra. Málaga y la Costa del Sol deben mucho a los flujos de visitantes estacionales y a quienes decidieron instalarse aquí.

Ahora bien, percepciones más o menos románticas al margen, es innegable que la nueva situación implica un gran desafío por razones de mera capacidad técnica. Es algo que tampoco se puede obviar, y que, en vez de un rechazo frontal, requiere de una reflexión sosegada y de la articulación de medidas sensatas que posibiliten un disfrute compartido racional y sostenible en el tiempo.

Como afirma Jopson, “España se está convirtiendo en un caso de prueba europeo de si la furia puede transformarse en una fuerza para la renovación – y no la desestabilización. Después de todo, rechazar un sector que es la savia económica de muchos sitios es peligroso”.

En el citado artículo se efectúa una clasificación de los remedios propuestos para afrontar el “sobreturismo” en varias categorías: a) implantar controles más estrictos por los gobiernos regionales y municipales (limitación de las viviendas turísticas, de las llegadas de cruceros…); b) restringir el turismo en masa y sustituirlo por un turismo selectivo de alto poder adquisitivo; c) realizar inversiones para aumentar la capacidad de acogida; d) promover el “decrecimiento”, o reducir la cifra de turistas internacionales, sobre la base del rechazo de que el viaje al extranjero es un derecho y de la necesidad de reducir las emisiones de carbono; e) aplicar impuestos al turismo para frenar a los visitantes.

También se hace eco de la opinión de un comerciante barcelonés: “La mayoría de quienes protestan [contra los visitantes turísticos] puede que mañana vayan a Roma o a París. Todos somos turistas hoy”.

El problema es también abordado por la revista The Economist en su último número: “The travel boom: all inclusive”, agosto 2024. Según su punto de vista, “los argumentos que están detrás de las protestas [contra el turismo] están mal orientados -como muchas de la políticas que inspiran. El turismo es una fuente útil de ingresos. Los políticos deben encontrar vías de lograr que sea más llevadero y lucrativo al mismo tiempo. Éstas no incluyen prohibiciones sobre los turistas o hacer que los destinos sean menos atractivos. En su lugar, los países deben perseguir una solución más capitalista, ejerciendo su poder de aplicar precios”, lo que daría paso a la extensión de impuestos… [TBC] pero más vale ir pensando en algún que otro trilema o, simplemente, reconocer algún dilema entre objetivos no transaccionales.



[1] Blog “Tiempo Vivo”, 14-5-2019.

[2] Ibíd., 7-10-2020.


7 de agosto de 2024

Las bases bíblicas de la misión de Europa

 

Europa se encuentra en una encrucijada. Casi podría decirse que se encuentra atrapada en una encrucijada permanente. ¿A qué aspira Europa? ¿A qué debe aspirar? ¿Qué es realmente Europa, en su acepción restringida de Unión Europea? ¿Tiene una misión definida? ¿Sobre qué fuerzas históricas se ha conformado? …

Mucho se ha escrito y se escribe acerca de todo esto. Los estudios y los informes se acumulan. Un colega, con quien debatía hace poco estas cuestiones, me envía un librito en el que se recopilan diversas contribuciones de Joseph Ratzinger, quien ejercería su pontificado como Benedicto XVI: “La nueva Europa: identidad y misión”. En la primera de ellas, de 1979, se sostiene que “En los Hechos de los Apóstoles (16,6-10) se nos narra una historia sorprendente que hace reconocible para nosotros, más que ningún otro evento, los fundamentos de Europa, su cimiento y su misión… En él, el Espíritu llama al mundo griego hacia Jesús. En su más alta pureza, el espíritu griego era un anhelo de Él, un anhelo del Evangelio…”.

A partir de ese preámbulo, el entonces cardenal Ratzinger proclamaba que “Europa descansa sobre la unión del espíritu griego y la fe cristiana, sobre una razón que se convierte en anhelo, que echa de menos lo que le falta”. Más adelante afirma que “el Evangelio ha asumido el espíritu griego, ha asimilado en sí la razón del mundo griego[1]. No ha eliminado la razón, sino que la ha reconducido a sí misma. La fe hace posible que el hombre sea racional… La fe no absorbe a la razón, sino que la hace libre”.

Asimismo, aboga por que el Estado y la Iglesia permanezcan en su propio orden, “al igual que la razón y la fe no se deben confundir una con otra”. “Europa está en una crisis de su historia y de su espíritu”, terminaba diciendo en su homilía de 12 de mayo de 1979. Puede pensarse que era profético, o tal vez que se trata de una frase que tiene garantía de acierto en una Europa resquebrajada y desorientada.





[1] B. Shapiro comparte esa tesis en su defensa del sistema político concebido para Estados Unidos por los Padres Fundadores. Vid.: Tiempo Vivo : Ilustración con cánones religiosos: filosofía, religión y política en Ben Shapiro (neotiempovivo.blogspot.com)

6 de agosto de 2024

La orientación ideológica de la población española

 

Como cada verano, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha publicado el avance de resultados de su informe anual en el que se pulsa la opinión pública sobre distintas cuestiones relacionadas con la política presupuestaria. El estudio ofrece información de gran utilidad acerca de las percepciones sociales sobre aspectos cruciales de la actuación del sector público en España: “Opinión pública y política fiscal”, estudio nº 3469, julio 2024.

Una de las preguntas va encaminada a identificar el perfil ideológico de la población española:

“Pregunta C1: Cuando se habla de política se utilizan normalmente las expresiones izquierda y derecha. Situándonos en una escala que va del 1 al 10, en la que 1 significa 'lo más a la izquierda' y 10 'lo más a la derecha', ¿en qué casilla se colocaría Ud.?”.

Los resultados obtenidos aparecen en el gráfico adjunto. Al margen de las opiniones registradas, hay un 7,1% de personas que no contestan o no se adscriben a ninguna de las categorías numéricas expresadas.

El estudio del CIS, como antes se señalaba, es de gran utilidad. No obstante, algunas de las preguntas relativas al sector público -lo que quizás sea inevitable en un estudio de tales características- están formuladas de forma bastante ambigua. En el caso aquí considerado, surge la duda de si al menos una parte de quienes declaran estar en la posición “5” pudieran haber interpretado que ésta equivalía a un posición centrista, equidistante de los dos extremos. Estrictamente, no es así, ya que el espectro está dividido en 10 categorías, las cinco primeras (de la 1 a la 5, ambas inclusive) corresponden a la izquierda, y las otras cinco (de la 6 a la 10, ambas inclusive), a la derecha[1]. Literalmente, los resultados obtenidos indican que un 62,4% de la población se declara de izquierda, y un 30,5% de derecha, aparte del 7,1% ya referido. En cambio, bajo la hipótesis de que los adscritos a la posición “5” fuesen “centristas”, las proporciones serían: 37,9%, de izquierda; 24,5%, de centro; 30,5% de derecha; 7,1%, sin identificar. En cualquier caso, aunque de una forma menos abrumadora, quedaría patente la opción ideológica predominante en España.





[1] Compruébese, en una regla, dónde queda el centro de un recorrido de 10 centímetros, y dónde quedaría si el origen comenzara en el 1, en vez del 0.

5 de agosto de 2024

Arendt y el enigma de Kafka

 

Después de citar a Tocqueville (“Toda vez que el pasado dejó de arrojar su luz sobre el futuro[1], la mente del hombre vaga en la oscuridad”), Hannah Arendt[2] rescata un texto de Kafka, una parábola, a la que, como a otras este autor, atribuye “el poder de los rayos X para dejar al desnudo [la] estructura interna [de los procesos ocultos de la mente]”: “[Él] Tiene dos enemigos: el primero le amenaza por detrás, desde los orígenes. El segundo le cierra el camino hacia adelante. Lucha contra ambos. En realidad, el primero le apoya en su lucha contra el segundo, quiere impulsarle hacia adelante, y de la misma manera el segundo le apoya en su lucha contra el primero, le empuja hacia atrás. Pero esto es solamente teórico. Porque aparte de los adversarios, también existe él, ¿y quién conoce sus intenciones? ...”.

Según Arendt, “el enigma de Kafka … consiste en principio en una especie de inversión pasmosa de la relación establecida entre experiencia y pensamiento”. Aseveraba que el “pasado, que remite siempre al origen, no lleva hacia atrás, sino que impulsa hacia delante y, en contra de lo que se podría esperar, es el futuro el que nos lleva hacia el pasado”.

Cuando escribía sus ensayos, decía que el enigma estaba aún por resolver. Quién sabe como estará ahora, pero, por si acaso, ahí va otro elemento: ¿qué ocurre cuando las dos fuerzas se las arreglan para actuar en la misma dirección, cuando el futuro no se ve más que como una entelequia?



[1] Aunque, a veces, son el pasado y el presente de un país los que arrojan luz, que puede ser luminosa o tenebrosa, sobre el futuro de otros países.

[2] “Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política”, 1954 (Austral, 2022).


4 de agosto de 2024

El quebradero de cabeza del cumpleaños de Cheryl

 Dionisio Cantalapiedra me recordaba días pasados el conocido “puzle del cumpleaños de Cheryl”, que, hace algunos años, despertó una gran atención y que hoy es utilizado para poner a prueba los dispositivos más populares de inteligencia artificial.

En dicho rompecabezas, Cheryl desafía a sus amigos Albert y Bernard a adivinar su cumpleaños. Les informa de que es una de estas 10 fechas: 15, 16 o 19 de mayo; 17 o 18 de junio; 14 o 16 de julio; 14, 15 o 17 de agosto.

Para acelerar las adivinanzas, Cheryl le dice a Albert su mes de nacimiento, y a Bernard el día del mes, pero no el mes en sí.

Albert y Bernard piensan un rato, y exponen (a Cheryl) las siguientes proposiciones:

1ª. Albert anuncia: "No sé tu cumpleaños, y sé que Bernard tampoco lo sabe".

2ª. Bernard responde: "En ese caso, ahora sé tu cumpleaños".

3ª. Albert concluye: "Ahora también sé tu cumpleaños".

¿Cuál es el cumpleaños de Cheryl?

La resolución de este enigma puede abordarse secuencialmente atendiendo a las anteriores proposiciones:

Albert sabe el mes, pero no el día, por lo que reconoce que no sabe la fecha del cumpleaños, si bien aporta una información relevante: tiene la seguridad de que Bernard tampoco la sabe. Bernard la sabría si se le hubiese dicho que el día era el 18 o el 19, las únicas fechas que no se repiten. Al decir Albert que Bernard no conoce la fecha, está afirmando que el mes no puede ser ni mayo ni junio. Si fuera uno de estos meses, cabría la posibilidad de que fuera el 18 o el 19. A tenor de su afirmación, quedan excluidas cinco posibilidades.

A partir de ahí, Bernard sabe ya que el cumpleaños tiene que caer en julio o en agosto. Dice que sabe ya cuándo es el cumpleaños. Si dice esto, no puede ser el día 14, ya que podría ser en un mes o en el otro. Quedan tres opciones, el 16 de julio, el 15 y el 17 de agosto.

En la tercera proposición, Albert dice que ya sabe el día. Si el mes fuera agosto, Albert tendría duda entre el 15 y el 17. Respecto a julio, hay una sola fecha, el 16, que es la del cumpleaños. Esta es la única fecha compatible con las tres proposiciones.

Ahora bien, cabe plantearse qué es lo que lleva a Albert a tener esa seguridad en la elección del día. Supongamos que el cumpleaños de Cheryl, en lugar del indicado, fuera el 17 de agosto. Albert conoce el mes, y Bernard el día. Repitamos el proceso.

Por la razón expuesta, quedan excluidos los meses de mayo y junio. Quedan las cinco opciones antes acotadas. Si la fecha fuera el 14, Bernard no sabría a qué mes correspondería, dada la repetición. Sabe que el día es el 17, y, dado que sólo aparece la opción del mes de agosto, puede tener la certeza de cuándo es el cumpleaños. Sin embargo, Albert, que sabe que es en agosto, se queda con la duda de si es el 15 o el 17 de este mes. El hecho de que Bernard identifique el cumpleaños no implica que Albert pueda hacer lo mismo. En definitiva, esto es lo que venía a plantear Dionisio Cantalapiedra. ¿Por qué dice Albert que sabe lo que expone en la tercera proposición? Lo que faltaba: un quebradero de cabeza dentro de un rompecabezas. El único consuelo, momentáneo, es que la inteligencia artificial puede llegar a dar resultados calamitosos[1]. La esperanza es que, para resolver este tipo de problemas, es necesario seguir aplicando la inteligencia humana, aunque los intentos amenacen con ser frustrantes. Ante la advertencia encontrada, más vale tratar de buscar una explicación con medios personales, pero el calor de agosto no ofrece las mejores condiciones para ello.



[1] Vid. Tim Harford, “AI has all the answers. Even the wrong ones”, Financial Times, 5-7-2024.








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