4 de octubre de 2021

Día de la Educación Financiera 2021: viejos temas, nuevos paradigmas

 

El Día de la Educación Financiera -el primer lunes del mes de octubre- fue instaurado en España en el año 2015, con objeto de difundir el Plan Nacional de Educación Financiera, y concienciar a la ciudadanía acerca de la importancia de mejorar y ampliar los conocimientos financieros y económicos. La celebración de este evento ofrece una oportunidad para trazar una panorámica del estado de la cuestión, repasar las tendencias observadas y reflexionar en torno a los retos que se afrontan en dicho ámbito. La mejora del nivel de cultura financiera de la población sigue siendo un objetivo prioritario en la mayoría de los países, si bien, ante un panorama económico en pleno proceso de transformación, en el que emergen nuevos paradigmas, los programas de educación financiera han de adaptar sus enfoques metodológicos y sus contenidos.

Desde hace años, en un gran número de países de todo el mundo se ha desplegado un amplio arsenal de iniciativas públicas y privadas encaminadas a promover la cultura financiera entre la población. Más de 70 países han establecido estrategias nacionales de educación financiera. La perspectiva financiera se ha incorporado, junto a las materias básicas, a las pruebas del PISA realizadas por la OCDE a los estudiantes de secundaria. Asimismo, esta organización internacional incluye la alfabetización financiera entre los conceptos y cuerpos de conocimiento considerados de importancia esencial para que los estudiantes los aprendan en la escuela. La cultura financiera es, en fin, una competencia clave para la vida en el siglo XXI.

Las razones son múltiples y sólidas. La adopción de decisiones financieras inadecuadas respecto a las circunstancias personales puede acarrear costes económicos directos significativos a las familias, en tanto que la carencia de habilidades numéricas y financieras elementales origina limitaciones en el desempeño profesional. Un elevado nivel de cultura financiera es un factor relevante para la estabilidad y la eficiencia del sistema financiero, y también de la economía en su conjunto.

A tenor de la enorme expansión de los programas de educación financiera en el ámbito internacional, cabría esperar que el nivel de preparación de la población hubiese mejorado de manera sustancial. Sin embargo, la evidencia disponible no permite ser demasiado optimistas al respecto, lo que no viene sino a corroborar la magnitud del reto planteado. “La tarea educativa que tenemos por delante puede llevarnos incluso siglos”, proclamaba en el año 1938 Harry Scherman, en relación con la extensión de los conocimientos económicos entre la población[1].

Flore-Anne Messy, secretaria ejecutiva de la Red Internacional de Educación Financiera de la OCDE (INFE, por sus siglas en inglés), ha sugerido que hay dos formas de ver el nivel de alfabetización financiera: como un vaso medio lleno o medio vacío[2]. Nos encontramos ante una realidad heterogénea entre países y, dentro de éstos, entre colectivos, pero no deja de ser significativo que, según un reciente estudio de la OCDE realizado para 26 países, sólo en torno a una cuarta parte de los adultos es capaz de contestar correctamente preguntas sobre el interés simple y el interés compuesto[3].

Cualquier programa educativo se proyecta sobre una realidad cambiante, como cambiantes son los perfiles y las necesidades de los destinatarios de las acciones formativas. Si esto es un rasgo intrínseco en todos los ámbitos del conocimiento, lo es de manera acentuada en conexión con las materias económicas y financieras, sujetas a movimientos y cambios incesantes. Si bien es cierto que hay conceptos nucleares que permanecen inmutables en su esencia, como el de tipo de interés, la realidad económica y financiera está inmersa en un proceso de transformación permanente, acentuado en los últimos años, bajo el impulso de tendencias estructurales y del impacto de acontecimientos imprevistos, lo que exige que los programas de educación financiera deban ser objeto de una revisión continua. A ello se une la necesidad de contrastar la validez de los enfoques didácticos, y de calibrar la capacidad de los distintos canales y de los instrumentos utilizados para su impartición.

El diseño de programas de educación financiera eficaces se enfrenta a un amplio conjunto de condicionantes y retos del entorno que no pueden pasar desapercibidos. Así, el proceso de digitalización afecta de manera especial al sistema financiero, con una profunda transformación tanto en la vertiente de la oferta como en la de demanda de servicios financieros, y en la forma de relación entre los proveedores de tales servicios y los clientes. Al mismo tiempo, han hecho acto de aparición nuevos operadores especializados (Fintechs) que ofrecen servicios financieros específicos a través de canales telemáticos.

La digitalización lleva aparejados, no obstante, algunos problemas. La exclusión, de facto, de personas integrantes de algunos colectivos poblacionales es patente. También lo es el aumento de los ciberriesgos para las entidades financieras, como igualmente la mayor exposición de los clientes a actuaciones fraudulentas cada vez más sofisticadas y perniciosas. El desarrollo de competencias sobre finanzas digitales, en definitiva, ha adquirido una importancia de primer orden. Otros desarrollos ligados a los avances tecnológicos deben ser igualmente objeto de consideración, tales como los big data, la analítica avanzada, el machine learning o la inteligencia artificial.

A lo largo de los últimos años han irrumpido, asimismo, en algunos casos reviviendo viejos planteamientos, diversos paradigmas de gran relevancia, en distintos planos[4]. El carácter de la educación financiera como disciplina fronteriza se ha acentuado notoriamente, de manera que la “flor de la educación financiera” tiene que amoldarse para acoger “nuevos pétalos”.  Aparte de los tradicionales, algunos de los últimos en aparecer han llegado con enorme fuerza y vigor. Tal es el caso de las finanzas sostenibles, con su triple proyección ASG (ambiental, social y de gobernanza), y que se sitúan en el foco del Día de la Educación Financiera 2021. Bajo el lema “Tus finanzas, también sostenibles”, se pretende “aunar el compromiso de la sostenibilidad ambiental, social y de gobernanza del planeta con la gestión de las finanzas personales en todos sus aspectos, desde una adecuada planificación de la economía doméstica a la inversión responsable”[5].

La educación financiera puede ser una valiosa ayuda para la materialización del referido paradigma, a través de distintas líneas de conocimiento y actuación, como las siguientes: i) promoción de la sostenibilidad financiera de las propias familias mediante una adecuada planificación y presupuestación, como soporte de decisiones financieras informadas y responsables; ii) aportación de una visión integral de los flujos de ahorro e inversión; iii) consideración de los impactos e interacciones dentro del circuito económico; iv) atención a las repercusiones de los referidos flujos en la vertiente medioambiental; v) incidencia de la transición energética y de los riesgos climáticos en las entidades financieras, y vi) incorporación de las perspectivas ASG en la toma de decisiones financieras.

Desde su nacimiento en el año 2005, el proyecto Edufinet tiene internalizada la concepción de la educación financiera como una flor en la que se despliegan cada vez más pétalos. Conscientes de la importancia de los criterios ASG, desde hace ya algunos años hemos incorporado esta línea de actividad, dentro de la que se han elaborado documentos y desarrollado sesiones formativas centradas en dicho ámbito. A fin de dotarla de mayor sustantividad, está prevista la creación de una sección específica con la denominación de “EdufiGreen”, que se ocupará de las cuestiones relacionadas con el medioambiente. Con arreglo a una aproximación “tinbergeniana”[6], cada uno de los pilares ASG requeriría, a nuestro entender, de un espacio propio.

La conmemoración del Día de la Educación Financiera 2021 es un estímulo para proseguir nuestra senda de promoción de la cultura financiera, objetivo que nos exige conjugar la atención a conceptos y elementos de conocimiento ancestrales, como el tipo de interés, con otros que se incorporan al hilo de nuevas tendencias. Un desarrollo económico sostenible necesita sustentarse en unas finanzas sostenibles, no sólo en relación con el medioambiente, sino también, como prerrequisito, en la vertiente presupuestaria de familias, empresas y administraciones públicas.

(Artículo publicado en “UniBlog”)


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