5 de octubre de 2021

Educación financiera, riqueza, y mujeres

De los resultados de los estudios sobre el nivel de cultura financiera de la población llevados a cabo internacionalmente, hay algunos que me sorprenden bastante. Uno, de manera destacada, que el acceso de los alumnos a manuales con contenidos financieros se traduzca en peores resultados en los tests PISA de cultura financiera. Otro es el de la brecha negativa de conocimientos que suele observarse en el caso de las mujeres. Es ciertamente este último un desfase al que no encuentro una fácil explicación. No entiendo cómo la diferencia de sexo puede incidir en el grado de las competencias financieras, si consideramos personas que tengan un perfil educativo similar, así como una experiencia y un estatus socioeconómico semejantes. Quizás sería más previsible encontrar pautas de comportamiento distintas, incluso entre personas con perfil formativo y posición económica similares, en función de la personalidad y de las preferencias de cada una.

La mencionada brecha no concuerda con la supuesta ventaja de la que gozan las mujeres como primeras ejecutivas empresariales, particularmente en el sector financiero, puestos éstos en los que, aparte de la posibilidad de disponer de un asesoramiento de primer nivel, es preciso contar con buenos instintos y habilidades financieras.

En otros entornos menos encumbrados, puedo dar fe de casos reales de mujeres que han exhibido grandes cualidades en el plano financiero. Recuerdo especialmente el de una mujer apenas sin estudios que durante toda su vida fue una extraordinaria administradora y gestora doméstica de fondos, gran conocedora de las virtudes del ahorro, de los peligros de la asunción de riesgos no controlados, de las consecuencias del endeudamiento no sostenible, y de la prioridad absoluta de atender escrupulosamente las deudas contraídas; no honrar una deuda era, según sus códigos, algo así como una tragedia, causa de la mayor deshonra personal y familiar. Aquella mujer, a lo largo de una serie de años, me dio valiosas lecciones prácticas de gestión financiera y presupuestaria. Se llamaba Concepción Martínez Santana. Era mi madre.

Con brecha o sin brecha en el ámbito de las competencias financieras, lo cierto es que las mujeres están controlando una parte creciente de la riqueza financiera mundial. Las adquisiciones por vía de herencia han sido tradicionalmente una fuente de riqueza más importante de riqueza para las mujeres que para los hombres, en una tendencia que tiende a acentuarse. Así, por ejemplo, se prevé que una gran parte de la riqueza acumulada por los baby boomers estadounidenses pase a manos de mujeres. La brecha de la longevidad, a la que se presta escasa atención en la práctica, está en buena medida detrás de este fenómeno[1].

Las diferencias interpersonales de cultura financiera y las de riqueza pueden obedecer a múltiples causas. Indudablemente, en estas y otras facetas pueden influir factores discriminatorios, pero no todas las diferencias han de derivarse necesariamente de tales factores. Antes de trazar un plan de acción es preciso discernir cuáles son las causas reales que originan resultados divergentes.



[1] Financial Times, “Wealth management/women: banking on a growing financial force”, 4 de octubre de 2021.

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