Los mecanismos por los que se rige la actividad económica son sumamente complejos, ante una multitud de agentes que toman continuamente innumerables decisiones. Las contribuciones relacionadas con la economía se remontan a la Antigüedad, pero tuvieron que pasar muchos siglos, hasta finales del dieciocho, para que comenzaran a ser abordadas con arreglo a una metodología científica. La Economía es una ciencia social todavía bastante joven que, si bien aún no ha llegado a su madurez total, y está en proceso de revisión, ha permitido lograr grandes avances que han contribuido a aportar explicaciones de la realidad y a ofrecer vías para mejorar el bienestar social.
La trascendencia del papel de los economistas y de los centros universitarios especializados ha sido destacada tradicionalmente por personas ajenas al mundo económico. La defensa efectuada en su día por Ortega y Gasset es paradigmática al respecto. La ciencia económica necesita contar con acreditados especialistas, pero un ciudadano no puede permanecer ajeno a lo que acontece en este ámbito del saber. Debería tener al menos nociones básicas de los elementos que inciden en las decisiones individuales en las que participa como oferente de trabajo, como ahorrador, como consumidor, como productor o como prestatario, y de los factores que determinan agregados económicos como el producto interior bruto, fenómenos como el desempleo, la inflación, o variables como la presión fiscal o el déficit público, que acaban afectándole directa o indirectamente.
Desde hace años, personalmente he participado en distintas iniciativas, ya sea a través de la Facultad de Económicas de Málaga, el Colegio de Economistas, la Organización de Economistas de la Educación, Edufinet, El Ateneo, o el Instituto Econospérides, orientadas a la potenciación de los contenidos económicos en los currículos escolares y a la difusión del conocimiento económico y financiero entre la ciudadanía. Aun cuando no son desdeñables los pasos que se han dado, la trascendencia creciente de los retos y problemas hace que sea aún más necesario otorgar un carácter prioritario a los conocimientos económicos y financieros dentro de la enseñanza reglada, y a su adquisición por parte de cualquier persona. No con una finalidad meramente academicista sino con el propósito de que, en el ámbito económico y financiero, puedan asimilar las claves para la adopción de decisiones, interpretar los acontecimientos, estar en condiciones para afrontar mejor los riesgos, y, en definitiva, poder desarrollar un pensamiento crítico ante los distintos relatos.
“Cualquier crítica válida del trabajo que hacen los economistas debe partir de que su principal error ha sido no tener en cuenta que nada influye tanto en la economía como la ignorancia generalizada de algunos de sus principios más básicos… La principal deficiencia de los economistas no ha sido tanto la derivada de ciertos fallos en su análisis e investigaciones, sino la que resulta de esta incapacidad de crear una población mejor informada sobre sus temas centrales… La tarea educativa que tenemos por delante puede llevarnos incluso siglos”.
A pesar de que el escritor, economista y filántropo Harry Scherman escribía estas palabras en el año 1938, siguen teniendo plena vigencia. Entonces, ¿a qué esperar?
(Artículo publicado en el diario “Sur”)