Hace algunos años, el hijo de un amigo me planteaba esta pregunta: ¿por qué, para solucionar los problemas de escasez de recursos dinerarios, no se imprimían más billetes y se repartían entre la gente? A tenor de diversas experiencias históricas y con argumentos basados en el sentido común, era una pregunta no muy difícil de responder. Hoy, después de haber asistido al resurgimiento de viejas doctrinas económicas que permanecían larvadas, y que ahora son abrazadas por emergentes políticos influyentes a escala planetaria, y, asimismo, tras ver cuál ha sido la praxis seguida por los bancos centrales de los principales países y zonas monetarias, ya no es un interrogante tan fácil de zanjar.
No sé si fortuitamente o no, la pujante Teoría Monetaria Moderna tiene en inglés (“Modern Monetary Theory”) las mismas siglas (MMT) que el “Árbol Mágico del Dinero” (“Magic Money Tree”) (Blog Tiempo Vivo, 5-6-2019). Las cosas han cambiado tanto, que lo que antaño podía ser un auténtico disparate, hoy es una posición cada vez más extendida, máxime al estar avalada por significados representantes de las reputadas como corrientes progresistas. A la vista de la evolución de los acontecimientos, se antoja más fácil encontrar un árbol mágico del dinero que una persona crítica con los postulados de la MMT.
En los lejanos tiempos en los que iba de excursión al campo, lo más que esperaba encontrar era un trébol de cuatro hojas. A pesar de que buscaba insistentemente, nunca logré localizar ninguno. En cambio, sí me topé con bastantes cardos borriqueros, y en los años siguientes, aunque ya no formaba parte de ninguna asociación de amigos de la naturaleza, me he encontrado frecuentemente con más cactus e incluso con plantas venenosas. De haberlo sabido entonces, habría intentado hallar el rastro de algún árbol mágico.
Según parece, en algunas áreas de Gran Bretaña, como en Lake District o en Highlands, existen árboles mágicos en parajes recónditos, como narra Claer Barrett (“Vanishing cash and ‘magic money trees’”, Financial Times, 27-8-2020).
Si tenemos la suerte de encontrar uno, podemos sumarnos a la obra de los antecesores incrustando en el tronco una moneda acompañada de un deseo personal. Dice la leyenda que si alguien extrae nuestra moneda, nuestro deseo nunca se cumplirá. Otra opción, algo menos romántica, es apropiarse del botín abandonado a su suerte.
Si no de un árbol, tal vez alguien rescató del agua aquella moneda que lanzamos a la fuente envuelta en nuestros sueños juveniles.