Las herencias
son consideradas tradicionalmente como una fuente de desigualdad económica.
Aparentemente, es algo bastante intuitivo. Es de esperar que las personas ricas
transfieran a sus herederos activos por un valor muy superior al que puedan
alcanzar los de las personas menos pudientes, salvo que, por alguna
circunstancia, unas y/o tras dejen de serlo, respectivamente, en la recta final de sus vidas. En este contexto,
una cuestión que ha sido objeto de análisis es la importancia de la riqueza
dinástica[1].
Sin perjuicio
de lo antes señalado, cabe preguntarse si, atendiendo a las formas usuales de
medición, las herencias podrían llegar a ser un mecanismo atenuante de la
desigualdad. Es evidente que hay que prestar mucha atención a los criterios
utilizados. No siempre son neutrales y asépticos. En una hipotética situación
inicial, el individuo A tiene una riqueza de 100.000 euros, y B, de 20.000. Hay
mucha desigualdad: A tiene una riqueza que es 5 veces la de B. Posteriormente,
tras aplicarse un impuesto sobre la riqueza con un tipo de gravamen medio del
10% para B y del 82% para A, los activos disponibles son de 18.000 euros para las
dos personas. Se habría logrado una igualdad absoluta, aun cuando ambas estén
peor que antes, sobre todo A.
Supongamos
que, en la situación de partida, A recibe una herencia de 50.000 euros y B,
otra de 40.000 euros. Ahora, la riqueza de A se situaría en 150.000 euros, y la
de B, en 60.000. La relación entre los patrimonios de ambos se ha situado en
2,5. Por tanto, la desigualdad ha mejorado sustancialmente respecto a las
posiciones iniciales, aunque no se haya aplicado un impuesto sobre las
herencias recibidas. La clave radica en que A ha recibido como herencia una
cuantía superior, pero representa un 50% de su riqueza inicial; en el caso de B,
un 200%. El elemento crucial es, pues, la proporción que las herencias
representen sobre la riqueza de los herederos.
¿Cabe la
posibilidad de que, incluso en ausencia de un impuesto sobre sucesiones, las
herencias sean un factor corrector de la desigualdad?
A pesar de lo
contraintuitivo de ese supuesto, corresponde con el resultado obtenido en una
investigación poco conocida, realizada, hace varios años, para el caso
estadounidense[2].
En dicho trabajo se concluye que, aunque es cierto que las familias más ricas reciben mayores
transferencias de riqueza que las pobres, como proporción de sus tenencias de
riqueza (en el momento de la recepción de la herencia) son realmente mayores para
las familias pobres que para las familias ricas.
De
representar esta conclusión un resultado firme y generalizable, ¡las herencias,
aun sin el juego de un impuesto sucesorio, serían un factor redistributivo!
[2]
Vid. E. N. Wolff y N. Gittleman, “Inheritances and the distribution of wealth
or whatever happened to the great inheritance boom?", Journal of Economic
Inequality, nº 12, 2014.