12 de septiembre de 2021

Compartir con el competidor: ¿vuelve la “coopetencia” bancaria?

 

Durante bastante tiempo, el éxito de las cajas de ahorros españolas se atribuía en alguna medida a que habían logrado llevar a la práctica de manera eficaz un concepto conocido a través de un horrendo vocablo, “coopetencia” (= “Cooperación” + “Competencia”). La combinación de un sistema centralizado de prestación de numerosos servicios[1], a través de una potente organización, la CECA (Confederación Española de Cajas de Ahorro), con una competencia abierta en la prestación de servicios bancarios permitía que muchas entidades, incluso aquéllas de reducido tamaño, pudieran llevar a cabo una destacada labor de intermediación financiera y otra de carácter social, cultural y asistencial. Hoy día subsisten sólo dos cajas de ahorros genuinas, las que tenían justamente un menor tamaño, y se mantiene la CECA, acompañada por Cecabank, como banco especializado en la prestación de servicios financieros a entidades privadas y públicas en general.

El recuerdo es inevitable al constatar la tendencia observada en el Reino Unido según la cual bancos rivales comparten oficinas a fin de ahorrar dinero. Las semejanzas con la “coopetencia” son palpables, si bien esta nueva práctica responde a una motivación diferente, la ineludible necesidad de reducir costes -y/o aumentar los ingresos- para poder seguir manteniendo la oferta de servicios a través de oficinas tradicionales.

La gran crisis económica y financiera internacional de 2007-2008, unida al impacto del proceso de transformación digital, con el agravante de los cambios de hábitos impuestos por la pandemia de la Covid-19, han menoscabado enormemente el papel de las oficinas físicas. Otros factores han influido igualmente, sin que haya que olvidar la incidencia de las entidades con fuerte componente tecnológico que prescinden totalmente del contacto físico para la prestación de sus servicios. De una situación caracterizada por la crítica a una excesiva densidad bancaria, hemos pasado a otra en la que se denuncia un acusado déficit en determinadas zonas -no sólo rurales- y para atender a ciertos colectivos poblacionales no adaptados al mundo digital[2].

En el Reino Unido, seis de los mayores bancos han acordado extender un programa piloto consistente en compartir servicios de atención presencial en un “Bank Hub” operado por la Oficina de Correos. Existen limitaciones sobre las operaciones que pueden hacerse en una oficina compartida, en la que, por ejemplo, los clientes no pueden solicitar un préstamo hipotecario[3].

Una cuestión clave es cómo deben distribuirse los costes de mantenimiento de las oficinas compartidas. ¿Debe haber una contribución generalizada de todo el sector, incluidos los bancos digitales? ¿Deben establecerse comisiones por los servicios prestados? ¿Podría estar justificada alguna colaboración pública, directa o indirecta?



[1] Institucionales, asesoramiento, operaciones, medios de pago, intercambios, oficinas de representación en el extranjero…

[3] Vid. C. Barrett, “Could banks find that sharing is caring?”, Financial Times, 23 de agosto de 2021.

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