En un trabajo
publicado en el año 2020, José María López y yo mismo constatábamos las
dificultades para encontrar una calificación estándar del sistema económico
chino, así como las incógnitas e incertidumbres que se cernían para poder
calibrar el rumbo del gigante asiático y su influencia efectiva en el orden
mundial[1].
Puede que el
dictamen sobre la verdadera naturaleza del sistema chino siga abierto en su diagnóstico
final, pero el aldabonazo reciente dado por el magnate financiero George Soros
desde las páginas del diario Financial Times ha venido a disipar bastantes
dudas. Ya el título del artículo es de por sí bastante expresivo: “George
Soros: Investors in Xi’s China face a rude awakening”[2].
Soros describe la
ofensiva contra la empresa privada adoptada por el presidente chino, “que
considera a todas las empresas chinas como instrumentos de un estado
unipartidista”. Según el multimillonario financiero-filósofo-filántropo, “el
presidente Xi Jinping no entiende cómo funcionan los mercados”. A diferencia de
él mismo, huelga añadir. Como ahora casi nadie recuerda, dando lecciones
magistrales de especulación, logró expulsar a la libra esterlina, en 1992, del
Sistema Monetario Europeo, embolsándose, gracias a su jugada, una sustanciosa
suma de dinero.
Soros advierte de
que “el presidente del país [China] está poniendo en marcha una versión
actualizada del partido de Mao Zedong”.
Da la impresión
de que lo que el profesor Miguel González denomina “la cara oculta del modelo
chino” empieza a hacerse visible. La vuelta al radicalismo está servida, tras
la proclamación del máximo líder chino en el sentido de que “No es realista
esperar una vida pacífica sin lucha”[3].
Ediciones de libros de texto para los estudiantes de todos los niveles del
ciclo educativo, acerca del pensamiento de Xi Jinping sobre el “Socialismo con
Características Chinas para la Nueva Era”, se distribuyen de forma masiva.
Un lector del
Financial Times, desde Hong Kong, se atreve a disentir de la posición de Soros[4]. En una
escueta carta recuerda que “desde 1987, China ha seguido el principio de que el
desarrollo es la tarea central del gobierno”, pero basándose en el “camino
socialista” y en la aceptación de que el sistema es una “dictadura democrática
popular”: “Las recientes acciones por el gobierno chino vienen a recordar a la
gente que el gobierno central está y ha estado jugando siempre un papel
importante en la economía de China cuando el mercado no está funcionando en
beneficio de todos los stakeholders, Ha sido siempre evidente. Es sólo
que algunas personas eligieron olvidar y ahora pretenden recordar”.
Como G. Rachman recuerda el peligro que conlleva el culto a la personalidad: “The Xi personality cult is a danger to China” (Financial Times, 13-9-2021). Al hilo de esta advertencia, surge una duda, una pregunta que dejo a los politólogos y sociólogos: ¿Se trata de una práctica exclusiva de las tiranías y las dictaduras, o puede darse también en regímenes formalmente democráticos, e incluso en organizaciones empresariales e institucionales?
[1] Vid. “El liderazgo mundial de
China: entre la economía y la política”, Instituto Econospérides, Documento de
Trabajo nº 15/2020.
[2] Financial Times, 31 de agosto
de 2021. El artículo, traducido al español, ha sido publicado en el diario
Expansión, con fecha 1 de septiembre: ”Los inversores en China afrontan un duro
despertar”.
[3] Vid. Financial Times, “Xi
Jinping is aiming to redraw Chinca’s social contract”, The Editorial Board, 3
de septiembre de 2021.
[4] T. SK Li, “Letter: Beijing’s
stance cannot be a surprise to investors”, septiembre 2021.