Estos días de
calor tórrido se cumple el cuarto aniversario de este minúsculo lugar perdido
en la inmensidad del universo cibernético, en expansión continua, en el que es
imposible conocer siquiera cuáles son los perfiles de su difuso y cambiante contorno.
Sigo teniendo la duda de si fue una buena decisión. A la vista de su limitada o,
más bien, nula capacidad de penetración, es evidente que no. Sin embargo,
paradójicamente, desde una óptica personal, quizás sí lo fue. El blog se ha
convertido en una suerte de archivo particular que acoge, cronológicamente, las
sucesivas entradas y que, incluso, actúa como solícito y silencioso
bibliotecario.
Es como una
especie de diario personal a la antigua usanza, aunque desprovisto de candado.
La generosidad del gigante Google nos ofrece cobijo, no sólo sin facturar un coste explícito, sino ofreciendo también algunas utilidades. Aparte del contador
de las sucesivas entregas, que indica que se ha alcanzado ya la cota 600,
igualmente proporciona una contabilidad de los accesos. Un simple repaso, salvo
alguna excepción accidental o fortuita, acredita el carácter antes evocado de
diario estrictamente cuasipersonal. Uno o ninguno, es el guarismo que, en su
condición estadística de moda, más se repite a lo largo del ya dilatado curso de
los cuatro años transcurridos.
Eso no impide que las herramientas googleianas, de vez en cuando, generen alguna confusión. Hace sólo unos días me di cuenta de que una entrada que creía haber publicado hace varios meses aparecía aún como borrador (“La izquierda está ganando la batalla de las ideas”, 4-5-2021, Tiempo Vivo : La izquierda está ganando la batalla económica de las ideas (neotiempovivo.blogspot.com)). A pesar de ello, llamativamente, dicha entrada figura con algunos supuestos accesos computados.
Con todo, la
faceta utilitarista propia cobra cada vez más peso, al actuar como una especie
de ayudante bibliográfico casero. Pero eso no evita vernos en una situación de interinidad o de precariedad al percibir la dependencia de una estructura etérea
en la que no tenemos ninguna capacidad de control. Nuestro pequeño sistema de
custodia documental se puede desvanecer en cualquier momento. Es imposible
desprenderse de esa sensación de desamparo. Ahora, casualmente, aparece un
mensaje en el que se alerta de que pronto dejará de funcionar el sistema de
avisos automáticos a los suscriptores del blog. La verdad es que no sé por qué
me envían ese mensaje, si en el cuadro estadístico aparece que no hay ningún seguidor.
En fin, si
Groucho Marx sostenía con total dignidad que “Nunca pertenecería a un club que
admitiera a alguien como yo [él]”, cabría trazar algún paralelismo respecto al universo
bloguero, siquiera como elemento autojustificativo de la exclusividad lectora.