28 de julio de 2021

El riesgo financiero climático: ¿autenticidad o falacia?

 

La consideración de los riesgos ligados al clima y al medioambiente se ha incorporado de lleno al sector financiero, después de tomar conciencia del impacto que aquellos pueden tener sobre la estabilidad de las entidades financieras. Dicho impacto puede provenir de diversos frentes: de desastres naturales que arruinen las garantías reales que sustenten las carteras de créditos, de la incidencia en la calidad de los activos a raíz de las dificultades de los prestatarios para sobrellevar la fase de transición hacia una economía con bajo contenido de carbono, o la posible relevancia de los activos varados. Ante la creciente percepción de la importancia de los referidos riesgos, los supervisores bancarios han situado estos en el foco de su actividad supervisora y concebido pruebas de estrés para calibrar la capacidad de resistencia de las entidades a eventos negativos. Por lo demás, el despliegue regulatorio está alcanzando unos niveles verdaderamente abrumadores. El paradigma de las finanzas sostenibles se ha instalado en toda su plenitud. Y es raro no encontrarnos cada día con sucesivas y continuas manifestaciones que se suman en la misma dirección.

Por eso resulta enormemente sorprendente encontrarse con una contribución escrita con un título tan llamativamente a contracorriente como la de John H. Cochrane, miembro de la Hoover Institution: “La falacia del riesgo climático” (Project Syndicate, 21 de julio de 2021). He de reconocer que, cuando vi el artículo, pensé que podría haber incurrido en algún error interpretativo. Sin embargo, su lectura permite despejar claramente cualquier duda. El autor, de manera tan directa como desafiante, señala que la justificación (para la incorporación de la política climática en la regulación financiera estadounidense) de que el riesgo climático plantea un peligro para el sistema financiero “es una afirmación absurda”. En su opinión, “Se está utilizando la regulación financiera para introducir a las escondidas políticas climáticas que, de otra manera, serían rechazadas por impopulares o inefectivas”.

Asimismo, subraya que “Si los reguladores en general les tienen miedo a riesgos inéditos que pongan en peligro el sistema financiero, la lista debería incluir guerras, pandemias, ciberataques, crisis de deuda soberana, crisis políticas y hasta ataques de asteroides. Todos excepto estos últimos son más probables que el riesgo climático”.

Como una especie de asteroide belicoso es en cierto modo el texto comentado, un elemento descontrolado y no previsto dentro de una constelación profinanzas sostenibles que no deja de expandirse. Encontrarse con argumentos como los reseñados o este otro llega a causar una cierta conmoción y nos invita a solicitar una pausa para asimilarlos y analizarlos: “La regulación financiera climática es una respuesta en busca de una pregunta. El punto es imponer un conjunto específico de políticas que no pueden prosperar mediante una legislación democrática regular o una potestad reglamentaria ambiental regular, que exige al menos la pretensión de un análisis costo-beneficio”.

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