Vivimos una época dominada por la
posverdad, que está causando efectos nocivos. Se trata de un fenómeno que ha
venido a añadirse al de los dogmas, ya atemporales, instalados en la mentira,
con consecuencias no menos lacerantes. El repertorio de falsedades presenta un
carácter expansivo. Algunas, sin embargo, tienen la ventaja de que, antes de
que se consoliden, pueden desmontarse de manera contundente. Es el caso de las prementiras,
aquellas que, sin demasiado esfuerzo, pueden quedar al descubierto de forma
temprana.
El terreno fiscal se presta a
intentos de esta naturaleza. En este sentido, algunas de las propuestas
planteadas por Donald Trump para Estados Unidos representan una buena candidatura
para ese estatus. La sugerencia de sustituir el impuesto federal sobre la renta
por nuevos aranceles merece una consideración especial a este respecto[1].
Los contribuyentes estadounidenses
declaran unos $15 billones como renta individual y afrontan una cuota tributaria
de $2,2 billones. Por su parte, las importaciones totales de Estados Unidos ascienden
a unos $3 billones, en tanto que los aranceles recaudan $80.000 millones. Así
las cosas, en principio, sería preciso aplicar un arancel medio superior al 70%
para lograr una equivalencia recaudatoria (la del IRPF más la de los aranceles
actuales).
Aparentemente, la supresión del IRPF
por nuevos aranceles sería una opción factible. Es lo que parece verse a simple
vista, ya se sabe, la visión que adopta un economista malo según la definición
de Bastiat. Pero hay otros efectos que es preciso prever. Así, de entrada, ante
un aumento sustancial de los precios de las importaciones (se supone que los
exportadores no estarían dispuestos a absorber semejante impacto), cabe esperar
que se contraigan las importaciones. Con una elasticidad igual a -1, un
incremento del precio del 70% llevaría a una cifra de importaciones igual a
$630.000, con lo que la recaudación sería inferior a los $500.000 millones.
Por otro lado, los mayores precios
de los productos importados generarían una cadena de efectos en la economía nacional:
los mayores costes soportados por los importadores pueden ser trasladados a los
productores y los consumidores en forma de mayores precios, lo que podría dar lugar
a que se trabajara y se invirtiera menos. Alternativamente, el dólar podría
apreciarse como respuesta a los aranceles, contrarrestando el incremento
potencial de precios para los consumidores nacionales. Sin embargo, dicha apreciación
dificultaría las exportaciones estadounidenses.
Los inconvenientes señalados
invalidan la propuesta comentada, que, como señala York (op. cit.), carece de “seriedad
y mérito”. Ahora bien, hay un efecto potencial que tampoco puede pasar
desapercibido, al menos en el plano analítico. En el escenario hipotético de
supresión completa del IRPF, ¿cómo reaccionarían los perceptores de rentas del
trabajo, de actividades económicas, y del capital?
[1] Vid. E. York, “Five things to know
about Trump’s tariff and income tax proposals”, Tax Foundation, 18-6-2024.