“…
ese abandono de la transmisión de saberes como eje esencial de cualquier
sistema escolar, está llevando a la desaparición de la escuela como institución
fundamental de los países occidentales. Esa desaparición… va a llevar consigo
la desaparición de la propia civilización occidental”.
Es
la conclusión, clara e inequívoca, con la que Alicia Delibes, remata su libro
“El suicidio de Occidente: la renuncia a la transmisión del saber” (Ediciones
Encuentro, 2024). En las 358 páginas anteriores explica el cómo y el porqué,
desgrana el proceso, relata el declive de la corriente de la instrucción que
defendía Condorcet, y describe cómo se ha producido la derrota del espíritu de
la Ilustración. Una serie de nombres destacados han ido abonando el camino.
La
nómina es larga, pero una deuda especial es la contraída con Rousseau. Como
otros intelectuales comprometidos, mostró siempre una completa coherencia entre
sus planteamientos filosóficos y políticos con su comportamiento en su vida
privada. No se entiende cómo Voltaire pudo censurar su conducta, esgrimiendo
que alguien que había abandonado a sus hijos, cediéndolos, por supuesto, por su
bien, a acogedores orfanatos, pretendiera impartir lecciones sobre la educación
de los niños.
Ese
alguien, que había refutado la visión pesimista de Hobbes sobre los rasgos del
ser humano, encumbrando al “buen salvaje”, fue quien aportó la clave de bóveda
sobre la que se han levantado regímenes políticos que, de manera sui generis,
han combinado las esferas individual y colectiva. Tales regímenes se han basado
y se basan en “el libre sometimiento del individuo a la voluntad general, [con]
una renuncia voluntaria al ejercicio del derecho a elegir en aras de un
hipotético bien común”. Según Rousseau, la voluntad general exige “la rendición
de cada individuo con todos sus derechos a la comunidad”.
Tampoco
se entiende cómo pudo Isaiah Berlin proclamar que el filósofo ginebrino fue
“uno de los más siniestros y más formidables enemigos de la libertad en toda la
historia del pensamiento moderno”.
La respuesta a estas y otras dudas, en el libro de Alicia Delibes, un intenso réquiem por la transmisión del conocimiento. En sólo tres palabras: “Worth Read-Ing”.