12 de mayo de 2024

Las cualidades personales de mayor utilidad social: el dictado de A. Smith

 

Es Adam Smith una figura incómoda, a pesar de los estereotipos. Tanto para los críticos del liberalismo y del mercado, como para los defensores a ultranza de la “mano invisible”. La lectura de “Teoría de los sentimientos morales” [1] puede dejar completamente desarbolado a quienes, en un exceso de simplificación, se centran exclusivamente en sus proposiciones más difundidas, especialmente si se prescinde de cualquier contextualización. Y, de hecho, a todo aquél que considera que se rige por motivaciones sociales lo coloca ante un espejo de perfiles bien definidos del que no es fácil salir bien parado.

“Humanidad, justicia, generosidad y espíritu público, son las cualidades de mayor utilidad para los demás”, opina el autor de “La riqueza de las naciones”. Para éste, “la humanidad consiste meramente en el exquisito sentimiento hacia el prójimo, que el espectador abriga respecto del sentimiento de las personas principalmente afectadas, de tal modo que llora sus penas, resiente sus injurias y festeja sus éxitos”.

Prosigue su discurso ético señalando que “Jamás se es generoso sino cuando de algún modo preferimos otra persona a nosotros mismos, y sacrificamos algún grande e importante interés propio a otro igual interés de un amigo o de alguien que es nuestro superior”.

El espíritu público no encuentra una expresión directa, pero queda claramente vinculado conceptualmente a la anteposición de un proyecto colectivo, como una nación, al interés y a la situación individuales.

En todo caso, apunta que “La propiedad de la generosidad y del espíritu público se funda en el mismo principio que en el caso de la justicia”.

Con independencia de cómo se concreten las definiciones, parece claro que la toma en consideración de esos cuatro ingredientes como guía espiritual tendería a mejorar grandemente los resultados de la “mano invisible”, y también los de la “mano visible”.


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