“Quizás lo más sorprendente
de todo sea que muchos defensores de la justicia social han mostrado poco o
ningún interés por ejemplos notables de progreso de los pobres, cuando ese
progreso no se basaba en el tipo de política promovida en nombre de la justicia
social… A nivel internacional, quienes defienden la justicia social no suelen
mostrar ningún interés en serio por el progreso de los menos favorecidos cuando
se produce de alguna forma no relacionada con la agenda de la justicia social…
Eso plantea al menos la cuestión de si las prioridades de los defensores de la
justicia social son los propios pobres o la visión del mundo de los defensores
de la justicia social y su propio papel en esa visión”.
Con estas reflexiones, que apuntan hacia la línea de flotación de la poderosa escuadra que ejerce su hegemonía intelectual en las aguas jurisdiccionales de los países más avanzados del mundo, concluye Thomas Sowell su libro titulado “Falacias de la justicia social” (Deusto, 2024), con el subtítulo que se refleja en el de esta entrada.
Antes de alterar de forma impulsiva el apellido de este economista estadounidense de tan sólo 93 años ("So-bad" vs "So-well") conviene dar una lectura sosegada a dicho texto y, antes de iniciarla, proclamar la sumisión al dictado de los hechos frente al implacable corsé de los dogmas.