7 de abril de 2024

Los flujos de información y desinformación en la sociedad: entre Escila y Caribdis

 

“La misma dinámica rige entre los disparatados propagadores de noticias falsas. Estos personajes sin escrúpulos distorsionan la realidad difundiendo informaciones sin base lógica, hacen afirmaciones de gran relevancia con absoluta gratuidad, manipulan toda clase de razones, argumentos y datos con tal de apoyar una idea. Lo que sea o deje de ser esta idea carece de importancia… Da igual el tema. Lo importante es que en esta batalla la primera víctima en caer fulminada es la verdad, y a partir de ahí el campo queda libre para que vuelvan los garrotazos y se diga cualquier cosa con impunidad”.

Hay descripciones, como la recogida en el párrafo anterior, que parecen reflejar situaciones actuales. No siempre es así. Es el anterior un escrito periodístico aparecido en el año 1849 con la firma de un tal Charles Dickens. Ponía de relieve el autor de David Copperfield un serio problema, agravado en nuestros días por la proliferación y la facilidad para la circulación de cualquier información.

A dicho problema viene a añadirse otro, que puede llegar a ser no menos mayúsculo, en caso de que prevalezca el dictado irrestricto de los guardianes oficiales del pensamiento. En relación con algunas disposiciones aprobadas recientemente en Escocia, el Institute of Economic Affairs señala la dificultad de determinar lo que es una “persona razonable”, concepto clave en la aplicación de la nueva normativa de control de la información.



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