“Para
mí nunca ha perdido validez el axioma de Emerson según el cual un puñado de
buenos libros vale tanto como la mejor universidad, y sigo convencido de que se
puede llegar a ser un excelente filósofo, historiador, filólogo, abogado o cualquier
otra cosa sin haber pisado nunca una universidad ni haber cursado siquiera el
bachillerato”.
Aun
sin pretender negar ese resultado como posibilidad teórica, parece un tanto
exagerada la conjetura de Zweig. En cualquier caso, cabe suponer que un entorno
académico facilita de alguna manera el marco y la senda del conocimiento. Fuera
de aquél, probablemente es más fácil perderse por el camino, o quedarse varado
en un rincón. Ser autodidacta tiene ventajas, pero conlleva también importantes
riesgos. Su verdadera potencia se despliega después de haber tenido la
oportunidad de vivir una experiencia productiva en una institución académica
prestigiosa, o de haber tenido a disposición, desde la infancia, un cuadro de
instructores cualificados.