30 de marzo de 2024

Cuando el cine supera a la literatura

 

Es una de las decepciones más frustrantes que puede sufrir un lector. Inesperadamente, descubre una proyección cinematográfica que lo cautiva. El entusiasmo y la expectación crecen cuando se entera de que la historia que ha visto en la pantalla tiene su origen en una obra literaria. El razonamiento no se hace esperar. Si la traslación cinematográfica es magnífica, cómo debe de serlo el texto original. Qué mejor indicio para adentrarse en la lectura de un libro que un aval, ya comprobado, de un relato necesariamente comprimido y sujeto a inevitables limitaciones.

Por fin, tiene el libro entre sus manos y da inicio a lo que se espera como una aventura apasionante. ¿Habrá habido alguna confusión?, se pregunta, confundido, a medida que avanzan las páginas y se agranda el abismo entre la expectativa y la inamovible realidad de la letra impresa. Aturdido, se ve incapaz de encontrar una explicación lógica. Es entonces cuando empieza a tomar conciencia de la eficacia de un buen guion cinematográfico y de los atributos inherentes a la gran pantalla. El cine se muestra como una criatura capaz de derrotar en toda regla a la literatura. La percepción quizás podría haber si otra, de no haber contado con el antecedente visual, pero ya no hay remedio.

Respecto al autor de algunas obras de intriga ponderadas en este mismo espacio, incluso con entregas distintas, sin tales antecedentes, la experiencia ha sido reiterada en ese sentido. Pero también se ha dado, eso sí, con el sesgo de la grandiosidad de las producciones cinematográficas, con novelas de reputados novelistas del siglo XIX.

Nada de eso ocurre, sin embargo, con la protagonizada por un famoso hidalgo. Sus páginas incorruptibles siguen ofreciendo un refugio sin igual.



Entradas más vistas del Blog