En el año 1938, Harry Scherman afirmaba
que la tarea educativa para formar a la población en materia económica podría
llevar incluso siglos. Años antes, Giner de los Ríos había defendido, en
España, el valor de los conocimientos económicos para crear una opinión pública
solvente e informada. Ni siquiera en un país como Reino Unido, cuna de algunos
de los más grandes economistas de la historia y con una larga tradición de
debate público sobre cuestiones económicas, puede decirse que se haya
completado la tarea. Así lo entiende el Banco de Inglaterra, que ha puesto en
marcha una amplia campaña de extensión de los conocimientos económicos, apoyada
en un texto elaborado por dos de sus economistas, Rupal Patel y Jack Meaning: “Can’t
we just print more money? Economics in ten simple questions”.
En algo más de 300 páginas, se proponen
condensar el esquema del razonamiento económico, tomando como referencia diez
preguntas que califican como “simples”. Preguntas que puede plantearse
cualquier integrante del entramado económico y social del que formamos parte:
¿no podemos simplemente imprimir más dinero?, ¿de dónde provienen los alimentos
y bebidas que tomamos en nuestro desayuno diario?, ¿puede la Economía resolver
el problema del cambio climático?, ¿cómo podemos lograr un aumento salarial?, ¿por
qué las generaciones actuales son más ricas que las de hace décadas?, ¿por qué
muchas de nuestras prendas de vestir vienen de Asia?, ¿por qué no hay ya ciertas
chocolatinas tradicionales a un precio de 10 céntimos?, ¿qué es realmente el
dinero?, ¿por qué no guardamos nuestros ahorros debajo del colchón?, y ¿por qué
nadie vio venir la gran crisis financiera de la pasada década?
Se trata de una buena selección de
preguntas para, a partir de una adecuada ilustración, introducirse en el
análisis económico, comprender hechos y comportamientos, adquirir una capacidad
para estudiar diversas situaciones, y disponer de una opinión propia. Patel y
Meaning (este apellido, a tenor de lo visto, no es, desde luego, un false
friend) llevan a cabo un meritorio trabajo para expresar con claridad los
fundamentos económicos, enlazándolos con situaciones reales, y sin sacrificar
el rigor.
De esta suerte, quien realice ese “curso”
acelerado de aprendizaje económico puede sacar gran provecho formativo. Pero
enseguida comprobará que la función de producción que tiene ese objetivo como output
precisa incorporar un input imprescindible, el esfuerzo del lector. La
primera regla de la Economía es que no existe nada que sea un “almuerzo
gratis”. Alcanzar el nivel cognitivo asociado a los contenidos del texto del
Banco de Inglaterra exige, pues, no sólo el tiempo de lectura. Constatar y
reconocer la complejidad de las relaciones económicas es también una lección
primordial que hay que tener presente desde un principio.
En toda acción formativa con fines
divulgativos, ha de buscarse un buen equilibrio entre la facilidad expositiva y
el mantenimiento de la extensión, la profundidad y el rigor de los contenidos.
Pero la dedicación requerida a los participantes en la acción no puede pasar
desapercibida, y una cosa es segura, no va a ser nula.
El buen pedagogo debe esmerarse en
transmitir la esencia del análisis económico. Más que una doctrina, un enfoque
para aproximarse a la realidad, desprovisto, en una primera fase, de un
envoltorio de expresiones algebraicas disuasorias. Antes de pasar al plano
formal es necesario destilar el líquido denso y hallar su fórmula magistral. En
todo el libro sólo hay una ecuación, que es, más bien, una sencilla definición.
En el prólogo, Andrew Bailey, gobernador
del Banco de Inglaterra, efectúa una defensa de la educación financiera, y señala
que incluso una comprensión relativamente teórica de la Economía puede ser
útil, ya que: i) permite dar más sentido a las noticias; ii) puede ser un
instrumento para ayudarnos a adoptar mejores decisiones; y iii) es una
disciplina fascinante y entretenida que merece la pena aprender.
Un adolescente me planteaba, no hace
mucho, una pregunta similar a la que da título al libro del Banco de
Inglaterra: ¿por qué no podemos simplemente imprimir más billetes para poder
hacer frente a todas las necesidades sociales? Es, sin duda, una buena pregunta
para comenzar un apasionante viaje por el mundo de las ideas económicas. Sin
embargo, puede haber preguntas simples de formular, pero no siempre también lo
son a la hora de responderlas.
(Artículo publicado en el diario “Sur”)