4 de noviembre de 2023

La Economía en diez preguntas simples

 

En el año 1938, Harry Scherman afirmaba que la tarea educativa para formar a la población en materia económica podría llevar incluso siglos. Años antes, Giner de los Ríos había defendido, en España, el valor de los conocimientos económicos para crear una opinión pública solvente e informada. Ni siquiera en un país como Reino Unido, cuna de algunos de los más grandes economistas de la historia y con una larga tradición de debate público sobre cuestiones económicas, puede decirse que se haya completado la tarea. Así lo entiende el Banco de Inglaterra, que ha puesto en marcha una amplia campaña de extensión de los conocimientos económicos, apoyada en un texto elaborado por dos de sus economistas, Rupal Patel y Jack Meaning: “Can’t we just print more money? Economics in ten simple questions”.

En algo más de 300 páginas, se proponen condensar el esquema del razonamiento económico, tomando como referencia diez preguntas que califican como “simples”. Preguntas que puede plantearse cualquier integrante del entramado económico y social del que formamos parte: ¿no podemos simplemente imprimir más dinero?, ¿de dónde provienen los alimentos y bebidas que tomamos en nuestro desayuno diario?, ¿puede la Economía resolver el problema del cambio climático?, ¿cómo podemos lograr un aumento salarial?, ¿por qué las generaciones actuales son más ricas que las de hace décadas?, ¿por qué muchas de nuestras prendas de vestir vienen de Asia?, ¿por qué no hay ya ciertas chocolatinas tradicionales a un precio de 10 céntimos?, ¿qué es realmente el dinero?, ¿por qué no guardamos nuestros ahorros debajo del colchón?, y ¿por qué nadie vio venir la gran crisis financiera de la pasada década?

Se trata de una buena selección de preguntas para, a partir de una adecuada ilustración, introducirse en el análisis económico, comprender hechos y comportamientos, adquirir una capacidad para estudiar diversas situaciones, y disponer de una opinión propia. Patel y Meaning (este apellido, a tenor de lo visto, no es, desde luego, un false friend) llevan a cabo un meritorio trabajo para expresar con claridad los fundamentos económicos, enlazándolos con situaciones reales, y sin sacrificar el rigor.

De esta suerte, quien realice ese “curso” acelerado de aprendizaje económico puede sacar gran provecho formativo. Pero enseguida comprobará que la función de producción que tiene ese objetivo como output precisa incorporar un input imprescindible, el esfuerzo del lector. La primera regla de la Economía es que no existe nada que sea un “almuerzo gratis”. Alcanzar el nivel cognitivo asociado a los contenidos del texto del Banco de Inglaterra exige, pues, no sólo el tiempo de lectura. Constatar y reconocer la complejidad de las relaciones económicas es también una lección primordial que hay que tener presente desde un principio.

En toda acción formativa con fines divulgativos, ha de buscarse un buen equilibrio entre la facilidad expositiva y el mantenimiento de la extensión, la profundidad y el rigor de los contenidos. Pero la dedicación requerida a los participantes en la acción no puede pasar desapercibida, y una cosa es segura, no va a ser nula.

El buen pedagogo debe esmerarse en transmitir la esencia del análisis económico. Más que una doctrina, un enfoque para aproximarse a la realidad, desprovisto, en una primera fase, de un envoltorio de expresiones algebraicas disuasorias. Antes de pasar al plano formal es necesario destilar el líquido denso y hallar su fórmula magistral. En todo el libro sólo hay una ecuación, que es, más bien, una sencilla definición.

En el prólogo, Andrew Bailey, gobernador del Banco de Inglaterra, efectúa una defensa de la educación financiera, y señala que incluso una comprensión relativamente teórica de la Economía puede ser útil, ya que: i) permite dar más sentido a las noticias; ii) puede ser un instrumento para ayudarnos a adoptar mejores decisiones; y iii) es una disciplina fascinante y entretenida que merece la pena aprender.

Un adolescente me planteaba, no hace mucho, una pregunta similar a la que da título al libro del Banco de Inglaterra: ¿por qué no podemos simplemente imprimir más billetes para poder hacer frente a todas las necesidades sociales? Es, sin duda, una buena pregunta para comenzar un apasionante viaje por el mundo de las ideas económicas. Sin embargo, puede haber preguntas simples de formular, pero no siempre también lo son a la hora de responderlas.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



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