Salvo por los más
recalcitrantes ahorradores libres de todo endeudamiento presente o futuro, las
rebajas de los tipos de interés suelen ser recibidas con alborozo. En una situación
de atonía de la demanda y de relajación en los mercados, es una medida típica
para tratar de activar los flujos económicos. La intensidad de las
disminuciones llevó los tipos a niveles insólitos, cercanos al cero, o incluso
a introducirlos en terreno negativo, a raíz de la desalentadora “coyuntura estructural”
vivida en los países occidentales desarrollados con motivo de la gran crisis
financiera internacional y sus derivaciones. Durante muchos años ha prevalecido
este panorama en el que el dinero tenía un precio nulo, si no negativo. Un marco
idóneo para endeudarse masivamente. La apuesta fue muy fuerte, aunque de dudosa
eficacia, a tenor de la parquedad de las tasas de crecimiento económico, antes
de que se desatara la pandemia del coronavirus.
La política de tipos de interés
ultrarreducidos es francamente beneficiosa para quienes se endeudan, ya sean familias,
empresas o administraciones públicas. Sin embargo, tiene una cara oculta
aderezada de notables inconvenientes. Tanto es así que Sheila Bair,
expresidenta de la US Federal Deposit Insurance Corporation y asesora
senior del Center for Financial Stability, llega a proclamar abiertamente
que “Higher rates for longer are a good thing”. Frase ésta que da título a un
reciente artículo publicado en el diario Financial Times.
Tomando como referencia el
caso estadounidense, señala que, a pesar de que la Reserva Federal mantuvo el
dinero gratis durante casi 14 años, en aras de estimular la economía, ese
periodo de “política de tipo de interés nulo” (Zirp, por sus siglas en inglés;
Ptin o Ptic en español) estuvo caracterizado por un tímido crecimiento, mayores
concentraciones en los mercados, baja productividad, y una enorme desigualdad
de la riqueza. La política de tipos de interés de cuantía significativa -asevera-
es necesaria y llevará, después de penosos ajustes, a una economía más justa,
más productiva y resiliente.
La teoría en la que se basa la
Zirp es que estimula el consumo y las inversiones en capital productivo haciendo
que, para empresas y consumidores, sea más barato endeudarse. La teoría no se ha
confirmado en la práctica, y según algunos estudios, unos mayores tipos de
interés están asociados con un mayor crecimiento económico.
Según Bair, el dinero gratis
puede socavar en la práctica el crecimiento haciendo que la economía sea menos
eficiente. Si no cuesta nada endeudarse, el dinero fluirá a todo tipo de usos
improductivos. Se da pie, por ejemplo, a inversiones en criptoactivos, o a adquisiciones
empresariales por las grandes corporaciones, con el consiguiente aumento del
dominio del mercado. Por otro lado, se acentúa la desigualdad, al propiciarse
un aumento del precio de activos en manos de las personas más ricas. Admite que
los tipos ultrabajos de los préstamos hipotecarios han generado muchos
beneficios a familias endeudadas, pero ha habido perjuicios para los
arrendatarios de viviendas, que han visto como se disparaban los costes del
alquiler.
El dinero gratis contribuye a
la inestabilidad financiera, al generar un riesgo de crisis cuando haya que
atajar la inflación. Estimula unos niveles excesivos de endeudamiento, y
fomenta la asunción de riesgos para tratar de conseguir alguna rentabilidad.
Cuando suben los tipos, estallan las burbujas, y los deudores muy endeudados
entran en situación de impago.