10 de octubre de 2023

El otro espíritu holmesiano

El espíritu holmesiano es algo inherente a cualquier investigador, a cualquier estudioso que se afane por descubrir las claves explicativas de los hechos salpicados de misterio, intriga o desconocimiento. Ese espíritu empuja sin cesar cuando se inicia un proyecto y se quiere llegar a alguna meta, por muy intenso que sea el esfuerzo necesario. Mientras mayores son los retos más se hace notar. Es el ingrediente imprescindible para no claudicar ante las dificultades. Pero hay también otro espíritu que se activa una vez que se alcanza, en su caso, la meta. Es entonces, si llega esa anhelada situación, cuando se erige una barrera inexpugnable que lleva a olvidar o incluso anular lo ya acontecido. Se ha cerrado un capítulo y ya sólo hay que mirar hacia adelante, sin volver la vista atrás.

“Tal vez podría darme, de memoria, una idea del curso de los acontecimientos”, le dice Watson a Holmes, ya en la recta final de “El sabueso de los Baskerville”. A lo que el detective contesta: “Ciertamente, aunque no le garantizo que recuerde todos los detalles. La intensa concentración mental tiene un modo curioso de borrar todo lo que pertenece al pasado. El abogado que conoce un caso al dedillo y es capaz de discutir con un experto todos los detalles, encuentra que una o dos semanas después del juicio lo ha borrado de nuevo de su mente. Así, cada uno de mis casos desplaza el anterior…”.

A veces, no se trata de un proceso mecánico o natural, sino que es un producto de la voluntad de superar un pasado marcado por la desafección, la desazón o la pesadumbre. Algunas experiencias son lo suficientemente dolorosas como para volver a sufrirlas, ni siquiera en el recuerdo. 

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