Después de un rastreo a la
búsqueda del autor de las reflexiones sobre la honradez y la inmoralidad que,
hace unos días, me trasladaba B., he considerado oportuno remitirle este otro párrafo
de un filósofo que cumple la condición señalada en su misiva. En este caso, las
consideraciones se centran en el campo impositivo. Aun siendo consciente de lo
inapropiado que resulta juzgar, con los ojos de hoy, los planteamientos efectuados
en un contexto histórico muy diferente, no dejan de causar asombro por las
connotaciones del autor:
“¡Cuánta diferencia en la
propiedad! Codiciada por todos, no está reconocida por ninguno. Leyes, usos,
costumbres, conciencia pública y privada, todo conspira para su muerte y para
su ruina. Para subvenir a las necesidades del Gobierno, que tiene
ejércitos que mantener, obras que realizar, funcionarios que pagar, son
necesarios los impuestos. Nada más razonable que todo el mundo
contribuya a estos gastos. Pero ¿por qué el rico ha de pagar más que el pobre?
Esto es lo justo, se dice, porque posee más. Confieso que no comprendo esta
justicia”.
Las frases a las que se ha
añadido el subrayado son especialmente significativas. Cuesta trabajo
asimilarlas sin más, conociendo el perfil de quien las proclama, por lo que
puede ser arriesgado extraer conclusiones precipitadas. Intriga dentro de la
intriga.