6 de septiembre de 2023

El turismo es un gran invento, y también la tributación voluntaria

 

Las películas españolas de los años sesenta son una fuente de valor inestimable desde el punto de vista sociológico. Son muchas las enseñanzas que pueden extraerse de ellas, aparte de ser un testimonio inapreciable de una época en la que España, a duras penas, trataba de incorporarse al tren de la modernidad. “El turismo es un gran invento” es una de esas obras cinematográficas, dirigida, en 1968, por Pedro Lazaga, y con la interpretación estelar del inefable Paco Martínez Soria. Asume éste el papel del alcalde de un pueblo aragonés, que se empeña en transformar, a toda costa, en un centro turístico de primer orden.

Cualquier cata de la cinta permite extraer jugosas perlas. En una de ellas, el singular mandatorio acude a una oficina bancaria en reclamo de fondos para financiar su faraónico y disparatado plan. El empleado que le atiende se muestra remiso, pues, según dice, no puede hacer uso del “dinero de los contribuyentes”, aún menos si es para un empréstito.

Ante este cierre del grifo del crédito bancario, se le ocurre una idea que pudiera ser inspiradora de las modernas tesis de los organismos económicos internacionales acerca del cumplimiento voluntario de las obligaciones tributarias. La idea consiste en llevar a cabo una suscripción popular, “voluntaria y obligatoria”.

Pudo ser España un país bastante atrasado durante el largo período de la posguerra, pero, según testimonian nuestras joyas cinematográficas de entonces, como las ya comentadas en diversas entadas recogidas en este espacio, acreditan un notable vigor de innovación en las vertientes económica, fiscal y financiera.

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