La pregunta me llegó sin
falta, como estaba anunciada, de modo directo y expeditivo: “¿Cuál es la teoría
de la justicia recogida explícitamente en la obra de Marx?”.
Había leído B. algunas de las
entradas de este blog sobre Rawls, considerado un icono de los liberales (en
sentido estadounidense) y de las posiciones doctrinales igualitaristas, por lo
que estimaba oportuno incorporar la perspectiva del autor de “El capital”.
La alusión al archiconocido aforismo,
considerado sublime por sus seguidores, “De cada cual según su capacidad, a
cada cual según su necesidad”, es ineludible, como también lo es la de los matices
introducidos ante la expectativa de que la llegada del paraíso comunista no
sería inmediata. Mientras tanto, las aportaciones ocuparían el lugar de las necesidades,
lo que podría dar paso -literalmente interpretado- a la aplicación de criterios
de inspiración lockiana. Aparte de esto, le recordaba que Musgrave y Musgrave
no se complicaban mucho la vida cuando situaban a Marx entre los filósofos que
atribuyen a la igualdad una importancia intrínseca.
No obstante, mi interlocutor sostiene la tesis de que la obra de Marx no contiene una teoría explícita de la justicia, y que parece descalificar, por principio, cualquier intento de elaboración de dicho tipo de teorías. La incapacidad de la sociedad contemporánea para ser justa, y la ausencia de necesidad de principios de justicia en una sociedad comunista eran las razones esgrimidas para ese rechazo. Esta argumentación, según comenta, es desarrollada de manera sólida en una obra cuya lectura recomienda decididamente, y que tiene un título un tanto extraño: “La deriva reaccionaria de la izquierda”, de Félix Ovejero.
En ella se analiza la evolución y la transformación del socialismo, que, en su día, “supuso la cristalización más consecuente del ideal ilustrado”. Acordamos dejar para otro momento el debate sobre el diagnóstico que el autor perfila en este libro: “la izquierda se ha alejado de los puntos de vista ilustrados para recalar en otros característicos del pensamiento conservador”. Pero, antes de iniciarlo, habría que partir de especificar unos indicadores objetivos para poder ubicar fiablemente cualquier propuesta o planteamiento a lo largo del eje “conservadurismo-progresismo”. Y, quizás, aun antes de eso: ¿quién define y decide lo que es positivo o negativo para la sociedad en su conjunto? La senda de las funciones de bienestar social está sembrada de espinas.