La carta que, cada año, con
motivo de la junta general de Berkshire Hathaway, Warren Buffet dirige a sus
accionistas es una fuente extraordinaria de enseñanzas. La mayoría de ellas,
proyectadas al mundo de las inversiones financieras. También, con frecuencia,
hay otras de alcance más general. En la misiva de este año, el sabio de
Omaha introduce lo que podríamos considerar una nueva regla Buffett. Aun
cuando su enunciado está circunscrito al tratamiento de una cuestión técnica,
la valoración de las operaciones de recompra de acciones por las corporaciones,
su mensaje central puede, sin duda, extrapolarse a otros contextos.
Sostiene Buffett que, cuando
se oyen determinados afirmaciones contundentes (evidentemente, han de ser
erróneas) sobre ciertas cuestiones, necesariamente debe ocurrir una de estas
dos cosas: quien las expone es un analfabeto en términos económicos, o un
demagogo con mucha labia. Sin embargo, advierte de que ambas características no
son excluyentes entre sí.
Por supuesto, no cabe
presuponer que se trate de un principio infalible. Entre otras cosas, habría
que contar con la sapiencia buffettiana para disponer de las referencias
doctrinales correctas, ante cada una de las cuestiones planteadas, y luego
discernir los posibles atributos de los postulantes. Ahora bien, la nueva regla
sí se perfila en un plano general: el analfabetismo económico no está reñido con
la demagogia parlanchina, como tampoco ésta con aquél. Por supuesto, la
recomendación galdosiana recogida recientemente aquí permitiría ahorrar costes
transaccionales a la hora de emitir un veredicto.