A pesar de las características intrínsecas de las
ciencias sociales, no deja de ser sorprendente cómo una misma realidad
económica puede dar lugar a interpretaciones tan divergentes. Las valoraciones
sobre el sistema capitalista difieren, no ya acusadamente, sino de manera
radical, irreconciliable, entre sus detractores y sus defensores. De uno y otro
lado, los ensayos sobre el capitalismo no cesan de acumularse, con sucesivas
entregas, en las librerías. Simplemente pretender hacer un seguimiento de todas
las contribuciones, en libros y artículos, aparte de otros soportes, es una
tarea que escapa a las posibilidades de un analista individual. Salvo, quizás,
si ha consagrado toda una vida académica a ese empeño. No es este mi caso, que
se ha limitado prácticamente a la recopilación de distintas referencias significativas,
a la espera de la ocasión, que nunca ha llegado, de intentar ordenar ideas y
hacer una sistematización, aunque sólo fuera, como tantas otras iniciativas,
para uso propio.
En un viejo cuaderno de anotaciones, encuentro el índice
tentativo de un posible trabajo que no llegó a arrancar: i) ¿cómo medir
objetivamente el alcance una economía capitalista?, ¿qué indicadores objetivos
deben utilizarse?, ¿cómo han evolucionado en el tiempo algunos países
seleccionados con arreglo a dicha metodología?; ii) ¿qué indicadores deben
utilizarse para juzgar la actuación de un sistema económico?; iii) ¿cuál ha
sido la actuación de los países seleccionados?; iv) ¿cómo se compara con la de
países no capitalistas?; v) ¿cuáles son las teorías más relevantes sobre la evolución
del capitalismo, y en qué medida la realidad las ha reflejado?...
Mucho por analizar y estudiar, mientras la pregunta
clave sigue desafiando: el capitalismo, ¿ángel o demonio?