Doy de nuevo las gracias a
Stevenson, cuya identidad no he podido averiguar aún, por la valiosa referencia
que me aportó para la resolución de un acertijo literario[1].
La antología de textos políticos de Benito Pérez Galdós es una joya de
inestimable valor que, con una prosa franca y directa, nos sumerge en una época
llena de jugosos episodios nacionales también en esa esfera. Aunque, a decir,
verdad, algunos pasajes nos crean dudas acerca del verdadero momento histórico
al que corresponden.
Impregnado de un espíritu pragmático,
muestra Galdós su escepticismo, cuando no hastío, respecto a todo tipo de verborreas,
incluso las que alcanzan los más altos cánones de la retórica, si no se traducen
pronto en resultados tangibles en la vida de los pueblos. “Valdría más, mucho más,
que nuestros hombres de Estado hablaran peor, con tal de que hablaran menos”,
proclamaba abiertamente hace más de ciento treinta años. ¿En qué sentido se
manifestaría hoy, después de atender los discursos parlamentarios más representativos?
Muchas son las perlas que nos dejó
escritas. En una de ellas nos recuerda que “En nuestra vida política es
fenómeno antiguo esto de las coaliciones parlamentarias para alcanzar el poder.
La historia del sistema constitucional en España ofrece ejemplos deplorables de
la facilidad con que se unen tres o cuatro caciques para derribar y suplantar
al jefe”. Efectúa Galdós esta apostilla en el mismo texto en el que abomina de
la locuacidad estéril, fechado el 27 de julio de 1889.