Coincidí con Eulogio Pérez Sánchez
(EPS) en el colegio. Fue el primer comunista que conocí. Así se declaraba a
pesar de su temprana edad. Su padre había vivido un tiempo en la Unión
Soviética, después de la Guerra Civil española. Ya entonces era un gran
admirador y firme defensor de ese país. Sus posiciones no habían variado, sino
que se habían intensificado, cuando me reencontré con él en la Facultad de
Económicas, a mediados de los años 70. Entusiasta de los planes quinquenales,
su sueño era poder ir a estudiar planificación económica a Moscú. No pudo
cumplir esa aspiración, por lo que tuvo que contentarse con un estudio
minucioso y exhaustivo de la amplia selección bibliográfica de obras de
economistas marxistas recomendada por un prestigioso e influyente profesor de
Política Económica.
Con el paso de los años había
crecido su admiración por la joya de los países socialistas, la RDA, que defendía
como una especie de paraíso terrenal, prueba empírica de la superioridad de la
doctrina comunista. Según aseguraba, para evitar que su modelo causara estragos
en Occidente, poniendo en entredicho las miserias del capitalismo, los jerarcas
del sistema manipulaban la realidad para hacer creer que el Muro de Berlín
había sido levantado para evitar la emigración a la RFA, cuando, en realidad,
su misión era impedir un aluvión de inmigrantes hacia la RDA, donde los
insatisfechos obreros de la parte occidental ansiaban llegar. El 9 de noviembre
de 1989 no fue un día feliz para él, aunque se repuso bastante rápidamente, ya
que, según afirmaba, existía evidencia de que, en el proceso de
desmantelamiento, habían intervenido agentes ocultos con artimañas que, por su
verdadero significado para la paz internacional, no habían podido hacerse públicas.
En todo caso, esa sensación de duda se tornó en alborozo en septiembre de 2008,
cuando se produjo la caída de Lehman Brothers, y el capitalismo se vio contra
las cuerdas. Emocionado, vino a verme con el ejemplar de The Economist en el
que aparecía aquella inolvidable portada con una frase lapidaria: “Capitalism
at bay”. Sus tesis se confirmaban, aunque el sistema se mantuvo en pie a duras
penas gracias a la concertación de los dueños de las grandes fortunas que
dieron instrucciones a los bancos centrales para auxiliar al poder financiero.
EPS ha recuperado completamente
la moral, al percibir que los días del capitalismo están cerca de su final. El
“gran reseteo” marca ya la ruta de manera inexorable. Mientras tanto, prosigue
en su faceta de coleccionista de medidas económicas para propiciar una
situación de pleno empleo. En la última relación que me remitió figuraban,
entre otras: a) el establecimiento de una jornada laboral de tres o cuatro días
a la semana, con mantenimiento de los niveles retributivos; b) aprobación de una
renta básica universal por importe de 20.000 euros anuales; c) puesta en marcha
de un programa de dotación económica al alcanzar la mayoría de edad, por importe
de 120.000 euros, en línea con la propuesta de Piketty, no con otras menos
ambiciosas; d) supresión de las reglas fiscales proclives a la austeridad
presupuestaria; e) implantación irrestricta de la teoría monetaria moderna; e)
incremento de la la dotación de funcionarios públicos, en línea con los países
escandinavos; y f) inclusión lingüística plena en el mundo empresarial, de
manera que el conocimiento de idiomas deje de ser una traba discriminatoria
para el acceso a un empleo, mediante la creación de una gran cantidad de
puestos para traductores in company.
Deseoso de compartir sus
propuestas, a comienzos del próximo otoño impartirá una conferencia abierta al
público. Por si albergara algún escepticismo, me recomienda que me atenga a la
regla de Bastiat que yo mismo recordaba hace algún tiempo[1],
y que, según me dice, es también esgrimida por un afamado economista que
escribe en Project Syndicate sobre el populismo económico. Los interesados
pueden estar atentos, pero EPS era el heterónimo que utilizaba en los tiempos
de la clandestinidad.
[1] https://neotiempovivo.blogspot.com/2021/12/economistas-buenos-vs-economistas-malos_02144132974.html.