“El cambio tecnológico sacó a los seres humanos de los
niveles de vida de la Edad de Piedra. En los escenarios más extremos, el cambio
climático amenaza con devolvernos económicamente al lugar de donde venimos”…
“El incumplimiento de las promesas hechas a los jubilados y a los
trabajadores que pronto se jubilarán es una invitación a la inestabilidad
política. Para cuadrar las cuentas, dependemos cada vez más de la única
alternativa que nos queda: una deuda adicional que nunca podremos pagar”… “Y
los siete ángeles que tenían las siete trompetas se prepararon para tocar. Y el
primero tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, y fueron
arrojados a la tierra. Una tercera parte de la tierra se abrasó, una tercera
parte de los árboles se abrasó, y toda la hierba verde se abrasó.”
Al leer párrafos como los anteriores, en realidad no sabemos si
nos situamos en el libro del Apocalipsis o en alguno de los textos económicos
recientes que alertan sobre los riesgos que afronta la humanidad. Si William
Nordhaus se centra en los de carácter medioambiental, Nouriel Roubini hace un
recorrido de amplio espectro en su obra “MegaThreats”, publicada en España como
“Megamenazas”, palabro sustitutivo de la construcción más expresiva que sería
“Mega-Amenazas”. Precipitadamente descalificado en su día como el “doctor
Catástrofe”, el prolífico analista económico recuerda que él fue uno de los
pocos que presagió la llegada de la gran crisis financiera internacional de
2007-2009.
Son diez las grandes amenazas que, según él, se ciernen sobre la
civilización actual:
i.Una crisis de
deuda de proporciones gigantescas, “la madre de todas las crisis de deuda”. Con
un crecimiento de la renta mundial atenuado, los países, las empresas, los
bancos y las familias adeudan importes que exceden de lo que podrán pagar en
los escenarios más predecibles.
ii.Existe, además,
una deuda implícita vinculada a los compromisos públicos contraídos en materia
de sanidad y pensiones, y a los costes del cambio climático y de futuras
pandemias.
iii.Debido al envejecimiento
poblacional, aunque absorbieran a un número sin precedentes de inmigrantes, en
los países avanzados pronto serán insostenibles las promesas hechas sobre
pensiones y asistencia sanitaria. La bomba de relojería demográfica lleva
tiempo activándose.
iv.Grandes
oscilaciones de los precios de los activos como consecuencia del recurso al
dinero fácil, a través de políticas monetarias, crediticias y fiscales
expansivas.
v.Escenarios de
coexistencia de paro e inflación (estanflación) ante la incidencia de diversas
perturbaciones ligadas a procesos en curso.
vi.Crisis
monetarias e inestabilidad financiera, en un contexto de devaluación de las
monedas fiduciarias y de retroceso de los sistemas de pago tradicionales ante
la implantación de monedas digitales de los bancos centrales.
vii.Adopción de
medidas restrictivas, con efectos multiplicadores, dentro de una fase de
desglobalización económica.
viii.Alteraciones de
la vida humana provocadas por la inteligencia artificial.
ix.Inicio de una
nueva e inquietante etapa de guerra fría, con una China en alza, cuyo sistema
político no ha evolucionado según las expectativas iniciales.
x.Drásticas
consecuencias derivadas del cambio climático.
En las
próximas dos décadas, en opinión de Roubini, “las megamenazas provocarán una
colisión titánica de fuerzas económicas, financieras, tecnológicas,
medioambientales, geopolíticas, sanitarias y sociales. Cualquiera de ellas es
formidable. Si convergen, las consecuencias serán devastadoras. Para
resolverlas es necesario un ajuste cuántico para todos los habitantes de la
Tierra”.
Cuando
uno lee el libro de Roubini no puede dejar de experimentar una inquietud y una
desazón crecientes. Resulta difícil refrenar la tentación de interrumpir la
lectura y arrumbar el libro, que ojalá fuera producto de un puro instinto
catastrofista. Sin embargo, no es fácil detener el avance de las páginas,
especialmente cuando nos topamos con una batería de argumentos bien elaborados,
un análisis económico que cuesta trabajo rebatir en muchos apartados, y un
cuerpo de evidencias empíricas desconcertantes.
Hay
certezas, pero, sobre todo -y ahí es donde radica algo de esperanza-,
escenarios probabilísticos de distinta severidad. Los retos son enormes y las
amenazas extraordinarias. Existen recetas factibles para afrontar éstas y
superar aquéllos, pero se ven dificultadas por la confluencia de intereses
contrapuestos difíciles de armonizar en un mundo interrelacionado sumamente
complejo. Además, ante una amalgama de problemas dispares, es inevitable
afrontar marcados conflictos de objetivos a la hora de diseñar y aplicar
medidas. La cuenta atrás ya se ha iniciado, las trompetas han comenzado a
sonar, y cada vez queda menos tiempo para erigir parapetos.
(Artículo
publicado en diario “Sur”)