“Y que no les aparten de la
empresa ni la invitación de Nicias a la inactividad, ni su contraposición entre
jóvenes y viejos. Al contrario, acorde a nuestro comportamiento tradicional, y
al igual que nuestros padres elevaron nuestra posición hasta este punto
deliberando juntos jóvenes y viejos, busquen también ahora que nuestra ciudad
prospere. Piensen que juventud y vejez no pueden nada una sin la otra, y que la
verdadera fuerza consistirá en unir los elementos débiles con los medianos y
con los completamente perfectos”.
Así se dirigía Alcibíades, según
el relato de Tucídides en “Historia de la Guerra del Peloponeso”, a los
atenienses. Haciendo abstracción del contexto bélico, de su proclama puede
extraerse un llamamiento para la búsqueda de una cierta armonía
intergeneracional. Lo que no es algo trivial en una fase en la que la está
abierta una pugna soterrada con sustrato económico. Sin toma de conciencia
explícita por los contendientes, impuestos y transferencias, aderezados con
dividendos o con peajes de signo metaeconómico, perfilan los límites de la zona
de disputa, que nadie se atreve a dibujar en su cruda realidad.