26 de marzo de 2023

Nuevos paradigmas económicos

 

Con la llegada de la gran crisis financiera internacional iniciada en 2007 no sólo se vio socavado el conjunto de la actividad económica, también se vieron sacudidos los cimientos de la Economía como ciencia. A las críticas y el escepticismo tradicionales generalizados hacia la Economía -en ocasiones basados en tópicos recurrentes- vino a añadirse el desaliento dentro de la profesión y el desencanto entre los estudiantes universitarios. La ciencia económica, según la tesis dominante, no había estado a la altura. Se estimaba necesario reparar la maquinaria que sustentaba el análisis económico. En un alarde de autosuficiencia, bajo el amparo de un supuesto imperialismo de la Economía frente a las otras ciencias sociales, los economistas se dedicaban a elaborar modelos cada vez más complejos, pero no por ello más representativos de la realidad que se pretendía explicar. Llamativa es, singularmente, la ausencia de los canales financieros en algunos de los enfoques adoptados.

Fueron diversas las iniciativas puestas en marcha para enmendar el rumbo, a fin de robustecer el aparato metodológico para abordar los grandes problemas sociales. La incorporación de las perspectivas aportadas por otras ciencias sociales, como la Psicología, la Sociología, la Antropología, o el Derecho, aparecía como una opción inexcusable.

No obstante, no faltan prestigiosos economistas que rechazan la idea de que el conocimiento económico haya podido ser irrelevante. En opinión de Tim Harford, el problema deriva más bien de que algunas personas no han sabido cuándo aplicarlo ni cómo adaptarlo a la realidad. Y casi es inevitable recordar la tajante taxonomía de los economistas establecida por un famoso Premio Nobel, para quien, en el fondo, sólo hay dos categorías de aquellos: los que saben y los que no saben.

Como ha señalado la OCDE, el mundo afronta profundos desafíos económicos, ambientales y sociales, pero muchas de las políticas aplicadas en las últimas décadas ya no tienen la capacidad de mejorar la situación económica y social en la forma que se esperaba. Cuatro tendencias se combinan para hacer que la necesidad de una respuesta eficaz sea más imperiosa: el deterioro medioambiental, el vertiginoso cambio tecnológico, los nuevos patrones de globalización, y el cambio demográfico.

Según la iniciativa “Nuevos Enfoques a los Desafíos Económicos” (NAEC, por sus siglas en inglés), se requiere una revisión de muchos de los enfoques dominantes por los que se han venido rigiendo las políticas económicas en los países de la OCDE en las cuatro últimas décadas. Dicha revisión debería comprender, entre otros, los siguientes elementos: i) una nueva concepción del progreso económico y social, con un mejor entendimiento de la relación entre crecimiento, bienestar humano, disminución de las desigualdades económicas, y sostenibilidad medioambiental; ii) nuevos marcos de teoría y de análisis, con una mejor comprensión del funcionamiento del sistema económico; iii) nuevos enfoques de la política económica, complementados con una serie de reformas institucionales, y orientados a los nuevos objetivos económicos y sociales.

Para los impulsores de la referida iniciativa, cuatro deben ser los objetivos prioritarios: la sostenibilidad medioambiental, la elevación del bienestar personal, la reducción de la desigualdad, y la resiliencia del sistema económico.

A la hora de concebir las medidas para hacer frente a los distintos retos planteados, no puede obviarse que muchos de los problemas tienen un carácter sistémico. Y, como ha destacado Gabriela Ramos, una de las responsables de la NAEC, la experiencia demuestra que no podemos gestionar los problemas complejos y conectados mediante intervenciones ad hoc parceladas, basadas en la tradición científica del “reduccionismo” ligado a una estricta especialización. El “pensamiento sistémico” ofrece una serie de ventajas en los ámbitos del análisis de la situación, el diseño de actuaciones, y la ejecución de las medidas.

Lo que también parece claro es que no todo el mundo es consciente de la complejidad del sistema económico, que algunas escuelas han pretendido abordar queriendo emular a los físicos. Una frase atribuida a Murray Gell-Mann, Premio Nobel de Física por sus descubrimientos sobre partículas elementales, resulta bastante más clarificadora que muchos textos especulativos: “Imagina lo difícil que sería la Física si los electrones pudieran pensar”.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



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