Entre sus múltiples
consecuencias, la pandemia de la Covid-19 ha actuado como acelerador de algunos
cambios en los hábitos familiares y en las prácticas empresariales. Uno de los
impactos más apreciables se dio en el ámbito de los medios de pago utilizados
por las personas físicas en sus transacciones cotidianas. Se vaticinaba incluso
que las adaptaciones obligadas por la extensión de la enfermedad podían dar la
puntilla al uso del efectivo, a pesar de los perjuicios que podían causarse
debido a la exclusión de determinados colectivos, y de las apelaciones de
quienes defienden su utilización como una forma de ejercicio de la libertad
individual y de preservación de la privacidad.
Un reciente informe del Banco
Central Europeo (“Study on the payment attitudes of consumers in the euro area
(SPACE) – 2022”) nos saca de dudas respecto a la consolidación o no de la
tendencia prevista. El estudio, basado en encuestas, cubre la siguiente tipología
de pagos: i) pagos en puntos de venta; ii) pagos P2P (persona a persona); iii)
pagos online; y iv) pagos recurrentes.
El gráfico adjunto ofrece una
síntesis bastante ilustrativa. Según se recoge en el citado informe, “la
participación de los pagos en efectivo en el punto de venta en términos de
volumen ha disminuido en los últimos años. La disminución se ha acelerado
durante la pandemia. En 2022, el 59% de las transacciones se llevaron a cabo
utilizando efectivo. Tres años antes, la cuota de las transacciones en efectivo
era del 72%; en 2016, la cifra fue el 79%. Cuando se miden las transacciones en
punto de venta en términos de valor, la cuota de las transacciones con tarjeta en
2022 (46%) era más alta que la de las transacciones en efectivo (42%) por
primera vez… Los consumidores efectuaban pagos usando teléfonos móviles más a
menudo que antes. Sin embargo, su porcentaje [3% del número y 4% del valor de
las transacciones] era aún relativamente bajo en comparación con el efectivo y
las tarjetas”.