3 de enero de 2023

Quo vadis, Málaga?

 

Málaga es la ciudad de moda. Está en boca de todos. Causa admiración y asombro. No para de crecer el número de personas que quieren visitarla. Son también cada día más quienes quieren afincarse a cobijo del monte Gibralfaro, como igualmente se amplía el elenco de empresas que buscan establecer aquí su sede o alguna delegación. Algo pasa con Málaga. Los malagueños asistimos encantados a esa transformación que ha registrado nuestra ciudad en el panorama nacional y en el concierto internacional.

Las calles del centro histórico son un hervidero de gente procedente de todos los lugares que quiere aprovechar cada instante, ocupar todos los rincones, y disfrutar de todos los alicientes. El carpe diem se ha extendido como un mantra que todo el mundo profesa. Apenas nadie recuerda la sensación de desánimo que, hace unas décadas, pesaba en las calles de una capital que añoraba su glorioso pasado frustrado en su carrera hacia la modernización. El futuro era entonces incierto, y el núcleo urbano no lograba desprenderse de su condición de apéndice de la pujante costa occidental.

Málaga se ha encaramado en numerosos rankings, entre ellos, el museístico, el cultural, el tecnológico, el deportivo, el gastronómico, el financiero, el turístico y el inmobiliario. Ha ganado muchos enteros en todos los mercados donde cotizan las ciudades, pero, en ese proceso, ha perdido buena parte de su fisonomía tradicional, encarnada en comercios y entidades que acompañaron la vida de bastantes generaciones, y que formaban parte de nuestras señas de identidad. Ante la disyuntiva del local cerrado, cualquier establecimiento proveedor de servicios a visitantes y autóctonos es una opción mejor, al menos a corto plazo. Sin embargo, una reflexión viene obligada respecto a la sostenibilidad de la senda elegida o, más bien, asumida ante el impulso de una demanda acuciante.

Todos los malagueños se alegran del estatus que ha alcanzado esta noble, abierta y acogedora ciudad, pero algunos no pueden impedir preguntarse si logrará encajar de manera armoniosa todas las piezas del complejo modelo que está en vías de fraguarse. Tal vez ha llegado el momento de pararse a meditar cómo digerir el éxito arrollador a fin de que este pueda mantenerse establemente a lo largo de una centuria que se presenta llena de retos, y en la que aguarda un buen repertorio de eventos inciertos adversos.

Está muy bien que la ciudad esté dispuesta a acoger flujos de visitantes y nuevos proyectos empresariales, pero ha de preocuparse también por ofrecer condiciones aceptables para los jóvenes que tienen aquí sus raíces. Difícilmente puede concebirse un futuro confortable si no se logra un equilibrio adecuado. El crecimiento sostenible e integrador cobra así todo su sentido.

Málaga tiene muchas lecciones que dar a otras ciudades, pero, seguramente, puede aprender también de la experiencia de otras. El caso de Viena es paradigmático, por cuanto muestra la importancia que tiene la política de vivienda para posibilitar que todos los colectivos poblacionales puedan acceder a una morada digna en condiciones asumibles. Gracias a una política residencial de largo recorrido, los precios del alquiler en la capital austríaca son considerablemente moderados en términos comparativos. Así, el alquiler medio mensual de un apartamento de 60 metros cuadrados en la urbe es de 767 euros.

Aunque la ciudad goza de unos registros históricos imbatibles, “hay otra Viena, una versión del siglo XXI que la mayoría de los turistas no ven. Esta versión contemporánea de Viena es famosa por su alta calidad de vida y por estar consistentemente situada en la parte más alta del Índice Global de Habitabilidad”[1].

La “Marcha Radetzky” simboliza cada año desde Viena el comienzo de un nuevo curso. Siempre la misma composición, pero, según afirman los expertos, nunca suena igual.



[1] Vid. K-. Lang, “Lessons from Vienna: a housing success story 100 years in the making”, Financial Times, 1-1-2023.


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