El uso del
denominado “lenguaje inclusivo” se va extendiendo de manera imparable. Como
decíamos hace ya bastantes años, ha llegado el fin de la economía del lenguaje.
Ya no resultan válidos en la práctica algunos usos gramaticales que antaño se
tenían como representativos del conjunto de la población, como el mandato recogido
en el artículo 31.1 de la Constitución española: “Todos contribuirán al
sostenimiento de los gastos públicos…”.
Aunque nadie
podía pretender que ese pronombre pudiera incorporar algún sesgo discriminatorio
por sexo respecto a la obligación de contribuir a las cargas públicas, el
panorama ha cambiado radicalmente y, ya desde hace algún tiempo, los textos normativos
han emprendido una adaptación a marchas forzadas.
Así, por ejemplo,
en la recién publicada Ley 12/2022, relativa a los planes de pensiones de
empleo, se recoge que “… se han de establecer mecanismos e incentivos que hagan
efectiva esta extensión con el fin de alcanzar la universalidad de estos planes
de pensiones de empleo para todos los trabajadores y trabajadoras”.
De entrada, ante
este estilo inclusivo, cabe albergar alguna duda sobre la corrección del uso
extensivo de “todos”. La coherencia ha de imponerse, y es obligado preservarla en
el uso de todas las expresiones duales. De no respetarla, podrían plantearse
algunas dudas. Si, cuando una sola palabra podía entenderse como representativa
del todo, el margen interpretativo tendía a ser nulo, la situación cambia
notoriamente cuando se emplean diferenciaciones específicas. Así, ¿Qué procede
entender, en el mismo texto antes referido, cuando, después de incidir en la distinción
entre “trabajadores” y “trabajadoras”, aparece una alusión exclusivamente
centrada en uno de los dos colectivos: “… para incorporar una deducción en la
cuota íntegra del 10 por ciento por contribuciones empresariales a sistemas de
previsión social empresarial imputadas a favor de los trabajadores”?
Aunque puedan
descartarse por el mero uso del sentido común, es casi inevitable que, al menos
en un plano formal, si no se aplica una “universalidad inclusiva” estricta, se
susciten algunos géneros de duda, y no debería darse ninguno, por supuesto en
el fondo, pero tampoco, ya, en la forma.