2 de julio de 2022

La defensa del liberalismo clásico por Fukuyama: la historia continúa

No deja de ser significativo que, antes de entrar en materia, haya que detenerse en precisar el significado de un término tan extendido como el de liberalismo. Es lo que primero que hace Francis Fukuyama en su último libro: “Liberalism and its discontents” (Profile Books, 2022). Hay nociones, ya sean económicas, sociales o políticas, que, pese a su predominio en el lenguaje, se ven lastradas por significados, a veces no ya diferentes, sino abiertamente contrapuestos. La de liberalismo es una de ellas. Y no ayuda mucho el hecho de tener que recurrir continuamente a calificativos pretendidamente clarificadores: liberalismo clásico, ordoliberalismo, liberalismo estadounidense, liberalismo europeo, neoliberalismo…


La acepción clásica es la que centra el análisis de Fukuyama, quien, aunque reconoce que incluso esta interpretación acoge una gama de visiones políticas, presenta como denominador común el reconocimiento de la importancia fundamental de los derechos individuales iguales, el imperio de la ley, y la libertad.


En este nuevo ensayo pretende llevar a cabo una defensa de ese liberalismo clásico, que, según él, afronta severas amenazas hoy día en todo el mundo: “El liberalismo ha sido desafiado en los últimos años no sólo por los populistas de la derecha, sino también por una renovada izquierda progresista”. 


Cree que ambas posiciones están descontentas, no debido a una debilidad fundamental en la doctrina, sino con la forma en la que el liberalismo ha evolucionado en las dos últimas generaciones. En el origen del descontento sitúa el denostado neoliberalismo, causante de una enorme desigualdad económica y desencadenante de devastadoras crisis financieras. Desde ambos lados del espectro político se reclama su sustitución por un sistema diferente, de naturaleza distinta en uno y otro caso.


Para Fukuyama, ambas “amenazas al liberalismo no son simétricas. La que proviene de la derecha es más inmediata y política; la de la izquierda es principalmente cultural y, por tanto, de actuación más lenta”.

El autor de “El fin de la historia y el último hombre” sostiene que “la respuesta a estos descontentos no es abandonar el liberalismo como tal, sino moderarlo”. 



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