El concepto de ciudadanía está revestido
de un estatus especial. Del mero vocablo parece emanar una fuerza que proyecta
un halo de respeto y dignidad. Aunque cabe extender esa consideración,
vocacional y actitudinalmente, a los confines del planeta, su materialización
real, ligada al ejercicio efectivo de derechos políticos y al sometimiento al
imperio de la ley, queda, en la práctica, circunscrita a espacios estatales concretos.
La ampliación del ámbito territorial en
el que puede ejercerse la ciudadanía sólo puede tener efectos positivos, máxime
cuando ese hecho no implique la pérdida de esa condición en el estrato de
origen. Ese fue el importante paso que se dio al constituir la Unión Europea
(UE), aunque a veces, en el fragor de los asuntos domésticos, pueda pasar un
tanto desapercibido. El Tratado de la Unión Europea lo expresa de manera clara
y reiterativa, en sus artículos 9 y 20.
Así, en el primero se recoge que “La
Unión respetará en todas sus actividades el principio de la igualdad de sus
ciudadanos, que se beneficiarán por igual de la atención de sus instituciones,
órganos y organismos. Será ciudadano de la Unión toda persona que tenga la
nacionalidad de un Estado miembro. La ciudadanía de la Unión se añade a la
ciudadanía nacional sin sustituirla”.
En el segundo: “Se crea una ciudadanía
de la Unión. Será ciudadano de la Unión toda persona que ostente la
nacionalidad de un Estado miembro. La ciudadanía de la Unión se añade a la
ciudadanía nacional sin sustituirla”.
El proceso de construcción europea ha avanzado
mucho, pero queda aún bastante camino por recorrer. Para seguir avanzando, es
preciso interiorizar una serie de situaciones que están amparadas por el marco
legal vigente. Aunque ser ciudadano del mundo, en su contenido real, es una meta
aún lejana, hay que empezar por integrar la perspectiva europea en la estructura
existente, dotada de múltiples niveles, compatibles entre sí: municipal,
provincial, regional, nacional y supranacional. La concepción de la UE como una
especie de apéndice externo desconectado del resto es un obstáculo notable.