10 de junio de 2022

Meritocracia: fútbol de élite vs política

 

El fútbol de élite es una meritocracia. ¿Por qué no puede serlo también la política?, se pregunta Simon Kuper, el articulista especialista en temas deportivos, fundamentalmente futbolísticos, del diario Financial Times. Tras poner de relieve el riguroso proceso de selección “natural” seguido por los grandes clubes de fútbol -el caso de La Masía barcelonística es paradigmático-, subraya cómo, en este deporte, en su categoría de élite, la calidad prevalece por encima del currículum, la apariencia personal o el color de la piel. Deben tenerla y mantenerla para continuar en la élite. El fallo en el deporte queda patente y se penaliza.

A continuación, muestra el contraste con la élite política educada en centros académicos elitistas. Los criterios de selección son muy exigentes, pero hay muchos ejemplos de que no siempre responden a factores objetivos, y, además, existen números sesgos. El acceso a la alta esfera política responde en buena medida a factores extracurriculares y no siempre está avalado por alguna experiencia de gestión significativa. Por otro lado, los líderes políticos han de enfrentarse a una amplia gama de complejas cuestiones que exceden de sus conocimientos y competencias. Según Kuper, “necesitan, por tanto, cualidades de humildad y de saber escuchar para actuar como coordinadores, oyendo a los expertos. El peor líder posible es un egomaníaco que -quizás estimulado por su CV, casta y género- imagina que él lo sabe mejor”.

Finalmente, apunta un aspecto clave: “un equipo de fútbol tiene que ganar partidos, mientras que un gobierno tiene que agradar a los votantes. Esto tiene poco que ver con la realización de buenas políticas. Una transición energética o una reforma educativa puede llevar décadas para ser juzgada y a veces incluso más tiempo. La misión nuclear de un gobierno es evitar catástrofes, pero los votantes raramente recompensan a los políticos por cosas que no ocurren”.

A este respecto, es bien conocida la diferencia entre los servicios públicos creativos y los preventivos. En el fútbol es más fácil la evaluación. No es lo mismo el papel de un portero cuya portería se mantiene a salvo cuando no ha habido ningún disparo entre los tres palos, que otro que logra el mismo resultado, pero con paradas providenciales.

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