Estamos de lleno en la era 4IR (Cuarta
Revolución Industrial, por sus siglas en inglés). Basada en las innovaciones de
las tres revoluciones industriales precedentes, ha permitido avances en una
serie de campos como la captación de datos, el procesamiento de la información,
el acceso generalizado y sin cables a Internet, la inteligencia artificial, o
la biotecnología. El nuevo entorno plantea grandes retos al sistema educativo
en todo el mundo. En un reciente informe del Foro Económico Mundial (“Catalysing
Education 4.0”, mayo 2022) se realiza un análisis de la situación, y se apuntan
diversas líneas de actuación para aprovechar el potencial económico y social
disponible.
El informe parte de una contundente
ilustración de las ventajas de la educación: en términos de ganancias
salariales en el conjunto de la vida laboral, de bienestar individual, y de
efectos positivos desde el punto de vista social. Según diversos estudios, un
año adicional de educación se traduce, en promedio, en unos ingresos más
elevados (en un 9%) en el ciclo vital. Un mayor nivel educativo lleva a un
mejor estado de salud, que, a su vez, permite que las personas alcancen mayores
cotas de felicidad y satisfacción. Una mejor salud favorece el desarrollo
cognitivo, una mayor productividad y unos mejores resultados económicos. Otros
efectos positivos están también presentes en el plano social (compromiso
cívico, confianza institucional, tolerancia, iniciativas sociales…). Una vez
que se computan todas estas repercusiones, la rentabilidad económica y social
de la inversión en educación se dispara.
La capacidad de resolución de
problemas de forma colaborativa por parte de los estudiantes puede desempeñar
un papel importante como motor del desarrollo económico. Según estimaciones del
Foro Económico Mundial, una mejora en dicha capacidad, hasta el nivel medio de
los 10 países actualmente mejor posicionados, podría añadir 2,5 billones de
euros a la cifra del PIB mundial.
A partir de lo expuesto se plantea
una pregunta clave: ¿qué clase de reformas, transformaciones e inversiones se
requerirían en el sistema educativo para hacer que ese escenario teórico se
convirtiese en realidad? En el informe se identifican tres áreas de oportunidad
claves: i) nuevos mecanismos de evaluación; ii) adopción de nuevas tecnologías
para el aprendizaje; y iii) potenciación del rol de los docentes.
Respecto a la primera, se destaca el
establecimiento y la mejora de los sistemas de medición y evaluación de las
competencias de los estudiantes. Asimismo, la introducción de nuevos
instrumentos de valoración de competencias tales como la autoevaluación, la
evaluación por pares y la evaluación cualitativa. También se incide en el
fortalecimiento de la capacidad de “aprender a aprender”, y en la conexión
entre educadores y empleadores, de forma que se vislumbren claramente los
requerimientos formativos de los puestos de trabajo, y que parte de éstos
puedan proveerse en el ámbito empresarial.
Por lo que se refiere a la segunda
área, aunque se parte de la premisa de que la tecnología no lleva, por sí misma,
a una educación de más calidad, los avances en las tecnologías de la educación
pueden servir de apoyo a un aprendizaje más inclusivo y basado en competencias,
así como a mejorar las acciones formativas. En todo caso, la tecnología se
concibe como un complemento, no como un sustituto, del profesorado.
En tercer lugar, por su papel clave
en el proceso educativo, son necesarias inversiones estratégicas para asegurar
que el personal docente disponga de las competencias, los instrumentos y los
recursos necesarios.
Finalmente, se aboga por un enfoque
de profunda colaboración multilateral entre todos los colectivos implicados
(“stakeholders”) en el ciclo educativo: educadores, gobiernos, líderes
empresariales, e inversores.
Difícilmente puede encontrarse una
actuación que combine de forma tan armónica los beneficios individuales y los
beneficios sociales. Como toda inversión, la educativa necesita de un período
de maduración antes de dar todos sus frutos. Por eso, no hay tiempo que perder.
En gran medida, el porvenir en la era 4IR estará marcado por el alcance, el
ritmo y la eficacia de la inversión en educación.
(Artículo publicado en el diario “Sur”)