En una sociedad
libre existe lo que se denomina el “mercado de las ideas”. Si los mercados de
bienes, servicios y factores no se circunscriben necesariamente a un centro
físico acotado donde se llevan a cabo transacciones bilaterales, el mercado de
las ideas es todavía más difuso y difícil de delimitar. En él no tienen lugar,
en lo esencial, interacciones entre individuos, sino que las conversaciones
están mediatizadas a través de instituciones y canales como las revistas y los
periódicos y las plataformas de medios sociales. Este llamado mercado se rige
por un conjunto de normas y reglas como la veracidad y el contraste empírico.
Depende, además, del juicio experto de profesionales como los revisores,
evaluadores y editores de publicaciones. Y todo el sistema descansa en una base
de valores, en un entendimiento compartido de que hay formas correctas y formas
erróneas de hacer conocimiento.
Tales valores,
reglas e instituciones hacen respecto al conocimiento lo que una constitución
hace respecto a la política: crean una estructura de gobierno, forzando la
contestación social dentro de unos derroteros pacíficos y productivos. A esto
es lo que Jonathan Rauch denomina “Constitución del Conocimiento”, el conjunto
de reglas sociales que permiten convertir el desacuerdo en conocimiento.
Una sociedad
abierta es definida, según su tesis, por tres sistemas sociales: económico,
político y epistemológico. Este último, relacionado con la teoría de los
fundamentos y métodos del conocimiento científico.
Rauch, después de
efectuar un recorrido histórico, se detiene en la “más desagradable sorpresa
epistemológica del siglo veintiuno: los medios digitales han resultado estar
mejor adaptados para la ira y la desinformación que para la conversación y el
conocimiento”.
Pese a ello, dice
no ser un alarmista, y recuerda como milagro la robustez que la expresión libre
y la ciencia liberal han mostrado durante siglos, a pesar de los ataques
permanentes desde todos los ángulos.
Sin embargo, algunos de los fenómenos recientes que Rauch aborda en su libro se apartan sustancialmente de las normas supremas, política y epistemológica, por las que se rige una sociedad libre. Se vive una etapa crucial en la que su resiliencia se está poniendo a prueba. De formas muy exigentes y amenazantes.