1 de febrero de 2022

El “Proyecto Verde” en perspectiva histórica

 

Entristecido por la irreparable pérdida de Alfonso Queipo de Llano, recibo un correo de un antiguo correligionario cajista con el que adjunta una lejana portada del boletín de noticias que, hace años, editaba el departamento de prensa de la Liga ACB. El número en cuestión está fechado en diciembre de 1995, e iba dedicado al denominado “Proyecto Verde”. “Hoy por hoy -allí se afirmaba- Unicaja [el club de baloncesto] puede ser tomado como modelo de proyecto de equipo profesional”.

Yo me había incorporado al Club, más concretamente a su antecesor, el Caja de Ronda, en enero de 1991. En las instalaciones de Los Guindos me reencontré con Alfonso, a quien recordaba como una figura omnipresente en todos los centros de deporte de Málaga que había ido visitando desde la adolescencia temprana. Reconocido como uno de los máximos exponentes de la sabiduría baloncestística, ejercía las funciones de dirección deportiva. Entusiasta en su quehacer, demostraba una fe inquebrantable en los fichajes y en la conjunción del equipo, que transmitía a su alrededor de forma convincente y segura. Era capaz de desterrar los temores deportivos propios de la bisoñez de algunos miembros de la junta directiva. Por aquel entonces, uno de mis máximos anhelos era que se cumplieran sus pronósticos, pero ya se sabe que la actuación de los deportistas y la trayectoria de un equipo profesional no se rigen por los cánones de una ciencia exacta.

Hubo que sufrir mucho para que Pablo López pudiera, bastantes años después, escribir la letra del himno del Unicaja. Las gradas, ahora silenciosas y vacías, del mítico pabellón de Ciudad Jardín atesoran un sinfín de sensaciones, de emociones, de alegrías, de ilusiones y de decepciones. Para que hoy pueda entonarse el himno que compuso Pablo López, más de una persona tuvo que dejarse jirones de su propia piel.

En diciembre de 1995, expiraba el plazo del compromiso asumido, tres meses antes, para ocupar el puesto que había dejado Raimundo Trespalacios. Por distintas circunstancias, el período se prolongó algunos años más. Hubo tiempo de sobra para comprobar la vigencia de los ciclos deportivos. Sin embargo, la ilusión que se vivió aquel año permanece imborrable en la memoria. Gracias a ella, pudo completarse el tránsito desde Ciudad Jardín al Carpena. Hoy, tras un periplo lleno de sobresaltos, podemos seguir emocionándonos cuando escuchamos a Pablo López.



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