En una entrada
reciente de este blog se recogía la siguiente aseveración acerca del grado de
dificultad de la lectura de un libro: “Si leemos algo con dificultad, el autor
ha fracasado. Por eso considero que un escritor como Joyce ha fracasado
esencialmente, porque su obra requiere un esfuerzo”.
Sin duda, se
trata de una manifestación muy categórica, que se presta a bastante
controversia. Sin entrar en ella, lo paradójico es que la cita corresponde a
una opinión expresada nada más y nada menos que por Jorge Luis Borges... Sobran
los comentarios.
De la obra
cumbre de ese autor denostado por el genio argentino, “Ulises”, se cumple el
centenario de su publicación. Justamente tal día como hoy, en 1922, vio la luz
una obra que James Joyce comenzó a escribir en Trieste en 1914 y finalizó en
París siete años más tarde[1].
Un apreciable período de elaboración, que apunta tonos epopéyicos, a diferencia
del escaso margen, de un solo día (16 de junio de 1904), dentro del que se
desarrolla la odisea narrada en la obra conmemorada. Esa brevedad temporal, que
no de páginas, no impide que, para un amplio número de lectores, completarlas
llegue a ser también una odisea personal.
La que
repetidamente ha sido declarada como una de las más grandes -si no, la más
grande- novelas del siglo veinte sigue despertando, después de un siglo,
pasiones encontradas. Basta con ver las contrapuestas opiniones expresadas en
los comentarios a raíz de un interesante texto publicado hace poco en el diario
Financial Times para hacerse una idea al respecto[2].
Uno de los participantes en el coloquio virtual llega a señalar que “he
intentado unas 50 veces comenzar ‘Ulises’ y todas han sido intentos fallidos”,
en tanto que otro dice que “el texto parece indescifrable a primera vista, pero
si uno encuentra una guía adecuada la prosa es iridescente”.
En el artículo
referido, el escritor Colm Tóibín destaca que “Ulises” representa la muerte de
la perspectiva única, la de la voz del autor que todo lo conoce, y encarna el
arma que inició una ola de escritura “modernista”. Asimismo, considera que
“para los críticos literarios, es una bendición del cielo, llena de patrones y
de juegos de palabras, parodias y referencias oscuras. Para el lector
ordinario, tiene el mismo caché que el que tiene correr una maratón para un
atleta ordinario. Es un desafío y luego, para quienes han leído el libro, una
cuestión de orgullo”.
En palabras de
Dan Mulhall, autor de “Ulysses: a reader’s odyssey”, la obra es también “una
odisea a través del idioma inglés… es una odisea de carácter… pero es también
una odisea a través de la vida del mundo a principios del siglo veinte”[3].
Otro lector del Financial Times expresaba la siguiente opinión: “'Ulysses' would be more widely appreciated if Joyce hadn't switched writing styles from chapter to chapter. Apparently, he believed that each style is like a lens through which to apprehend a never-to-be-completely-apprehended reality. But the biggest hurdle for this reader is his insistence on 'presenting' speech directly with little or no interpretive apparatus. Reading him is thus like fighting your way through a briar patch: slow, painful, and the rewards incommensurate with the effort”. Según parece, la “joie de lire” “Ulises” no está al alcance de cualquier “deportista” literario.
Tal vez el
pulso autorizado de Stefan Zweig nos brinda una apreciación sugerente, en sus “Notas
sobre ‘Ulises’ de Joyce”[4].
Después de unas “instrucciones de uso” que podrían insinuar una crítica demoledora
posterior (“En primer lugar, apoye el libro sobre una superficie firme para no
tener que sostener en la mano esta novela mastodóntica…”), y de negar su
calificación como novela (“Es más bien un aquelarre de la inteligencia, un
gigantesco capricho…”), acaba catalogándola como “una obra magnífica, fantástica,
singular”, y pidiendo “respeto para esta novela apasionada, provocadora e inigualable”.
Si las
percepciones siguen distantes entre quienes han intentado abordar la lectura de
la obra, da la impresión de que se cumplirá la esperanza de Joyce de alcanzar
la inmortalidad. Como señala M. Ellingham[5],
los académicos, alentados por la existencia de diferentes ediciones, estarán
entretenidos durante siglos en discutir lo que el autor realmente quería decir.
[1]
Varios años antes, la novela había aparecido por entregas, aunque encontró
algunas piedras en su camino, con incidencias que se prolongaron durante algún
tiempo.
[2] Vid.
Colm Tóibín, “Ulysses at 100: the birth of the modern”, Financial Times,
19-1-2022.
[3]
Vid. J. Webber, “James Joyce enlivens Ireland’s uncomfortable centenaries”,
Financial Times, 27-1-2022.
[4] Vid. S.
Zweig, “Encuentros con libros”, Acantilado, Barcelona, 2020, págs. 228-233.
[5] “From ‘filthy
book’ to literaty classic”, Financial Times, 19-1-2022.