3 de febrero de 2022

DeFi: El desafío de las Finanzas Descentralizadas

 

Un nuevo acrónimo, como una especie de espectro, recorre el sistema financiero y amenaza el viejo orden. En el idioma francés, a falta de una tilde, tiene un significado directo; en español, forma parte del propio vocablo. Las finanzas descentralizadas (DeFi) representan un desafío en toda regla para el sistema financiero tradicional. Para quienes nos incorporamos a éste a principios de los años 70, en la prehistoria, cuando las cuentas bancarias de los clientes aún se registraban en soporte físico, nos produce vértigo simplemente tratar de imaginar los sofisticados circuitos de blockchains (cadenas en bloque) a través de los que se llevan a cabo transacciones validadas por una red de ordenadores independientes.

DeFi es un término paraguas que engloba un conjunto de plataformas que ofrecen servicios financieros de forma automática y sin intermediarios centralizados. Un elemento crucial son los smart contracts (“contratos inteligentes”), en los que se recogen una serie de condiciones que, si se cumplen, desencadenan las operaciones previstas, prescindiendo de cualquier intervención humana. Con objeto de poder llevar a cabo las transacciones con certeza en el plano monetario, se utilizan stablecoins, que son criptomonedas cuyo valor está vinculado al de alguna moneda fiduciaria real potente, como el dólar estadounidense. Ethereum, lanzada en el año 2015, principal plataforma que opera en DeFi, ha creado el “Ether” como moneda. El volumen de las transacciones gestionadas por esta plataforma viene creciendo de forma exponencial, y ha pasado de 116.000 millones de dólares, a principios de 2020, a 2,5 billones de dólares, en el segundo trimestre de 2021.

Los partidarios de DeFi señalan como ventajas principales de este sistema la inmediatez, la seguridad, la privacidad y el menor coste en comparación con los intermediarios tradicionales. La filosofía de las finanzas descentralizadas lleva a prescindir completamente de los intermediarios bancarios, de forma que cualquier persona pueda acceder directamente a servicios financieros acudiendo a alguna de las referidas plataformas.

Una objeción que puede hacerse es que, pese a su enorme potencial, las finanzas descentralizadas no han encontrado, hasta ahora, una economía “real” a la que servir. La mayor parte de las operaciones realizadas son de carácter especulativo y de arbitraje en los mercados de divisas. No obstante, según algunos analistas, 2022 puede ser el año del despegue definitivo de DeFi. Son varios los escenarios posibles. Una de las áreas de mayor desarrollo es la extensión de los NFTs (non-fungible tokens, “símbolos no fungibles, distintivos únicos asociados a un objeto), al ámbito de los inmuebles, acciones y bonos. Mediante la comercialización de tokens de pequeña cuantía monetaria, cualquier persona podría participar en la propiedad de activos mobiliarios e inmobiliarios, además de su uso en relación con obras de arte, el oro o cualquier otra cosa.

Pese a sus atributos, no puede decirse que todo el monte sea orégano en el universo DeFi. Existen distintos riesgos. No menores son los que se derivan del anonimato y de la inexistencia de una normativa sobre prevención del blanqueo de capitales. Además, paradójicamente, pese a su vocación de descentralización a ultranza, DeFi necesita contar con un marco de gobernanza central, puede dar a lugar a una excesiva acumulación de poder e influencia por los principales verificadores de operaciones, y se basa en la referencia de monedas controladas por instancias públicas de las que se quiere prescindir totalmente.

La mayoría de los negocios de los antiguos no se realizaban con monedas, ni siquiera con billetes, sino con una especie de fichas de dinero que se enviaban eléctricamente a través del aire. Cuando sobrevino el Apocalipsis, los aparatos fallaron y toda su fortuna desapareció”. Quizás no quepa esperar que los defensores de DeFi recomienden entusiásticamente la lectura de la inquietante novela “El despertar de la herejía”, de Robert Harris (Grijalbo, 2021). Pero es innegable que hay que estar muy despiertos ante cualquier operación financiera que se pretenda realizar, ya sea de carácter presencial, telemático, o etéreo, en el nuevo marco de las criptofinanzas.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



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