4 de febrero de 2022

El debate sobre la reforma fiscal en España: un nuevo “libro blanco” a escena

 

Siguiendo una práctica tradicional, en 2021 el Ministerio de Hacienda creó un comité de expertos para la reforma fiscal. Según alguien me informó, una persona -a quien sólo conozco de referencias- cercana a la titular del gabinete ministerial había barajado mi nombre como posible integrante de dicho comité. Por distintas circunstancias, no llegó a materializarse la invitación. De haber ocurrido al comienzo de mi trayectoria académica, seguramente me habría generado una gran frustración y probablemente ocasionado un considerable enojo con las partes interpuestas, que, por su cuenta y riesgo, se avinieron a interpretar que dicha participación no era conveniente, por lo que ni siquiera se me llegó a plantear. Formar parte de un comité de esa naturaleza representa una buena oportunidad de participar en un proyecto de análisis y debate fiscal de alto nivel, aunque es inevitable el riesgo de que puedan aparecer efectos colaterales. Algunos conocidos colegas, bragados desde hace décadas en el campo tributario, han expresado, como miembros del mencionado comité, sus votos particulares de una forma un tanto peculiar. La preservación de la independencia es un factor crucial de la solvencia y la solidez de los planteamientos de reforma fiscal. Son bien conocidas las tribulaciones sufridas por los autores de ciertos informes técnicos en el ámbito impositivo durante la última etapa del franquismo.

Vivimos una época de intenso debate sobre las políticas presupuestarias y fiscales. No es de extrañar, dada su relevancia y los enormes retos existentes en la actualidad. No sólo la administración pública es activa en la promoción de informes. También lo es el sector privado, desde diferentes vertientes. Así, algunas asociaciones profesionales y empresariales están siendo protagonistas en este terreno. De una de ellas sí me llegó directamente, el verano pasado, un ofrecimiento para elaborar un informe sobre la reforma de la financiación autonómica, ofrecimiento que, debido a otros compromisos, no estuve en condiciones de aceptar.

Ahora, cuando está a punto de salir a la luz el informe de los expertos seleccionados por el Ministerio, el Instituto de Estudios Económicos ha difundido un extenso documento, titulado “Libro Blanco para la reforma fiscal en España”. Como se expresa en el subtítulo (“Una reflexión de 60 expertos para el diseño de un sistema fiscal competitivo y eficiente”), la obra recoge las aportaciones de un dilatado elenco de autores de diversa extracción, y detalla planteamientos con vistas a la configuración en España de un “sistema fiscal competitivo y eficiente”. Su estructura, en una primera impresión, evoca algunas reminiscencias del celebrado Informe Mirrlees, elaborado hace ya más de diez años para el Reino Unido.

La diversidad de las contribuciones y sus más de 800 páginas requieren de una lectura sosegada. No obstante, los mensajes incluidos en el resumen ejecutivo (págs. 93-97) nos ofrecen una buena pista del enfoque que se propone. Así, se propugna que “… el aumento de la recaudación tributaria debe basarse en el incremento de las bases imponibles, fomentando el crecimiento económico, y en la lucha contra el fraude fiscal más que en incrementar la presión sobre unos contribuyentes que ya soportan una carga tributaria comparable, o superior, a la de los países de nuestro entorno, principalmente en lo relativo a la tributación empresarial”.

Particularmente reveladoras son las ideas que se plasman, como conclusión, en el referido resumen ejecutivo: “En conclusión, de cara al futuro, y una vez que hayamos dejado atrás la presente crisis, es prioritario recuperar la credibilidad y sostenibilidad de nuestras finanzas públicas. Pero ello solo será posible cuando se acometa nuestra gran reforma estructural pendiente, la de optimizar la eficiencia del gasto público, y nunca a través de subidas impositivas que comprometen el crecimiento y, por lo tanto, la consolidación presupuestaria ulterior. De hecho, gran parte del gasto público estructural no se debe tanto a mejores prestaciones públicas a los ciudadanos, sino a mayores ineficiencias. Solo con homologarnos en eficiencia del gasto con la OCDE podríamos provisionar los mismos servicios públicos actuales con un 14% menos de gasto y, de implantar las mejores prácticas, los ahorros podrían ser mucho mayores”.

Observo que en las listas de expertos de la comisión gubernamental y del informe comentado figuran experimentados profesores de Hacienda Pública, con quienes compartí inolvidables sesiones en los cursos de verano de Santander, en la segunda mitad de los años ochenta, bajo la estricta batuta del profesor Enrique Fuentes Quintana, apoyado en el buen hacer de los también profesores Victorio Valle y Pepe Antón.

Es una pena no poder recuperar aquel foro para discutir los problemas fiscales que hoy aquejan a España y a los españoles. Ya no es posible. Ha pasado mucho tiempo y han cambiado mucho las cosas. También se han marcado con bastante claridad los perfiles metodológicos y doctrinales de los estudiosos de los impuestos, que difícilmente pueden ponerse un traje aséptico cuando entran en las salas del laboratorio. Por aquel entonces, Fuentes Quintana impulsó, desde la fundación de las cajas de ahorros, una propuesta para la reforma del sistema fiscal, y recabó la opinión de sus disciplinados pupilos, diseminados por la geografía española. Hay que reconocer que no era fácil desviarse de las pautas dictadas por el maestro.



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