Últimamente, apenas si hay
desfase entre la publicación de una obra de contenido económico en el mercado
inglés o en el estadounidense y la aparición de la versión en castellano. No es
este, desde luego, el caso de “Good strategy/Bad strategy: the difference and
why it matters”, respecto a la que ha habido que esperar nada menos que trece
años para encontrar dicha versión, con un título más simplificado: “Buena
estrategia/Mala estrategia” (Arpa, 2024).
A lo largo de cerca de 400
páginas, su autor, Richard P. Rumelt, profesor emérito de la UCLA Anderson
School of Management, desgrana un variado elenco de situaciones reales tomadas
del mundo empresarial, a pequeña y a gran escala, pero también de los ámbitos
gubernamental, militar, e incluso bíblico, en las que han tenido gran
incidencia las actuaciones estratégicas. Pero, sobre todo, ilustra,
fundamentada y pormenorizadamente, lo que es y lo que no es una estrategia, lo
que hace que pueda ser buena, y lo que la convierte en mala.
Ya en las primeras páginas,
Rumelt, quien imputa la paternidad de la estrategia a Aníbal, advierte de lo
siguiente: “A pesar del ruido que hacen quienes quieren equiparar la estrategia
con la ambición, el liderazgo, la ‘visión’, la planificación o la lógica
económica de la competencia, la estrategia no es nada de eso. El núcleo de la
dirección estratégica es siempre el mismo: descubrir los factores críticos de
una situación y diseñar una forma de coordinar y enfocar acciones que permitan
hacer frente a esos factores”.
Es la anterior la tesis
principal sobre la que se articula su argumentación. Rememorando algunas
acciones simples (apreciadas así ex post) que permitieron a sus
artífices (David, Aníbal, Nelson, o Schwarzkopf, entre otros) superar a fuerzas
superiores en célebres contiendas, sostiene que una buena estrategia es casi
siempre bastante simple y obvia, “y no hace falta ninguna presentación de
PowerPoint para explicarla”.
En su opinión, son cada vez
más los dirigentes empresariales que afirman tener una estrategia, pero en
realidad no la tienen. Lo que tienen, en su caso, es una mala estrategia, que
“suele pasar por alto los detalles molestos, es decir, los problemas… Como el
capitán de un equipo de fútbol cuyo único consejo a sus compañeros es ‘vamos a
ganar’, la mala estrategia encubre la incapacidad de guiar adoptando el
lenguaje de los objetivos generales, la ambición, la visión y los valores”. Se
crea confusión al equiparar estrategia con éxito o ambición. Particularmente
crítico es con la imposición de la idea de que los equipos de liderazgo deben
compartir creencias y valores comunes, como si fuera –“dentro de la jerga
educativa políticamente correcta”- el camino adecuado hacia el “cambio
transformador”.
Según Rumelt, una buena
estrategia posee una estructura lógica esencial a la que denomina núcleo,
integrado por tres elementos: un diagnóstico, una política rectora y una acción
coherente. Como primera ventaja natural de aquella apunta el (supuesto) hecho
de que la mayoría de las organizaciones no tienen ninguna. Para ser buena, ha
de ser coherente, y coordinar acciones, políticas y recursos para alcanzar un
fin importante.
Finalmente, recuerda que también
“requiere líderes que estén dispuestos y sean capaces de decir no a una amplia
variedad de acciones e intereses. La estrategia incluye tanto lo que una
organización no hace como lo que hace”. Y nos da algunas pistas para detectar
una mala: palabrería, fracaso a la hora de afrontar el reto, confusión de las metas
con la estrategia, y selección de malos objetivos. Sin olvidar que “el sello
distintivo de la mediocridad y de una mala estrategia es la complejidad
innecesaria, una ostentación que enmascara la ausencia de sustancia”.
El libro la tiene, y en
grandes proporciones. Después de leerlo, cualquier responsable de una
organización (David) podrá plantear una relación más equilibrada y provechosa
con los consultores en planificación estratégica (Goliat), que tendrán más
complicado limitarse a un enfoque basado en la mera confección de plantillas.
(Artículo publicado en el
diario “Sur”)