12 de febrero de 2022

El Gulag: ¿efectos económicos positivos a largo plazo?

 

Los partidarios de la técnica del análisis coste-beneficio para la evaluación de proyectos públicos insisten en que deben computarse todo tipo de costes y beneficios, dinerarios y no dinerarios, tangibles e intangibles, directos e inducidos, inmediatos y diferidos, únicos y recurrentes, previstos y no previstos… Esto último es especialmente predicable de los análisis ex post, pero, cuando es posible, también hay que tener en cuenta, en los análisis ex ante, las consecuencias no deseadas, atribuyéndoles alguna probabilidad.

A estas alturas de la historia, más de cien años después del triunfo de la revolución rusa, casi todo el mundo es consciente de los logros de un régimen que llegó a convertirse en un imperio enorme. A pesar de que dejó de existir con arreglo a sus esquemas de socialismo real, su influencia, especialmente en el plano ideológico, sigue viva, cuando no pujante, en todo el mundo. Tales contribuciones son reconocidas, así como las de sus principales artífices a la teoría de la democracia y, de manera particular, a su puesta en práctica. Fueron paladines de la justicia y la libertad, que llevaron, libres de interpretaciones y desviaciones impías, a millones y millones de personas.

Según acreditan los testimonios de múltiples fuentes dignas de toda solvencia, hubo algunos colectivos que fueron beneficiarios muy directos de determinados programas de actuación intensiva, conocidos con el enigmático nombre de “Gulag”. Algunos de los afortunados partícipes de esos programas de adiestramiento, en el momento, no supieron ver todos los beneficios, individuales y sociales, a corto y a largo plazo, que generaban. Pese a ello, hubo una notable perseverancia gubernamental, y se llegaron a desarrollar 474 iniciativas locales entre los años 1929 y 1952. Nada menos que 11,3 millones de individuos tuvieron el privilegio de ser reclutados para tan significada misión. Algunos no supieron ver que se les elegía por su elevado nivel cultural e intelectual, como artistas, ingenieros, gestores o profesores. Casi un tercio de los becados pertenecían a algunos de esos gremios.

En la segunda mitad de los años cincuenta se puso término al experimento, y los participantes (supervivientes) optaron, en gran medida, por permanecer en localidades cercanas a la ubicación de sus centros de adiestramiento. Investigadores actuales, que han rastreado los datos económicos en un largo periodo, han encontrado sólida evidencia en el sentido de que las áreas limítrofes a dichos centros registraron efectos persistentes, posiblemente vía transmisión intergeneracional de capital humano. Las empresas situadas en su radio de influencia muestran salarios y beneficios más altos por empleado. Los investigadores concluyen que su estudio pone de relieve el papel de la educación en el proceso de desarrollo y su distribución territorial[1].

En el mapa adjunto se refleja la ubicación de los campos de trabajo forzado del sistema del Gulag soviético. Los círculos son proporcionales a la población de prisioneros de los campos. Es sobrecogedor simplemente pensar en el inmenso sufrimiento de los 11,3 millones de convictos que padecieron la desgracia de ser declarados “enemigos del pueblo”. Ese sufrimiento no puede llegar a representarse fielmente por ningún círculo, por muy grande que sea.



[1] Vid. G. Toews y P.-L. Vézina, “Enemies of the people”, VOX, CEPR Policy Portal, 23-9-2021.


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